LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
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DONDE LOS AMIGOS, EL ESTILO Y LAS FORMAS CUENTAN, Y MUCHO

viernes, 22 de septiembre de 2017

Bodas de Plata

Verano 1992

Rubén Díaz Gutiérrez, Iñaki Diez Maneiro, Alejandro Seoane, Iván Blanco...
Urriellu, Canalona, Coteros, Peña Santa, Tajahierro, Porrubolu, Tercer Castillín...

Érase una vez hace veinticinco años… Yo tenía diecisiete por entonces.

Llevaba poco más de un año escalando; básicamente en escuela (antes, a las zonas de escalada deportiva se las llamaba escuelas, porque la escalada “de verdad” era otra, en montaña).
Este verano, empecé a escalar en montaña.

Montañero desde niño, la atracción de las cumbres me dominaba. Y de entre las cumbres, por cercanía y por mito, estaba por supuesto el Naranjo, el Picu.

El 28 de Junio tuve mi bautismo en escalada en montaña: había hecho mi primera vía alpina en la zona de Ubiña. Fue la vía San Claudio al Tercer Castillín (180 m, V+), con Rubén y con Ramón Juidía. Allí Rubén tiraba de primero, metía clavos, organizaba, tenía experiencia. Ramón me indicaba a mí las cosas en las que debía fijarme.
En aquella ocasión había ido toda la vía de segundo.

Con trece o catorce años había estado en Vega Urriellu con unos amigos.  Recuerdo estar allí sentado en una piedra, mirando pa la tapia flipaocon la boca abierta, identificando las pequeñas figuras de escaladores que por ella se movían como hormigas. Me quedé impactado. Cuando más tarde empecé a escalar, tenía claro que allí quería subirme.

Llevábamos subiendo a la Vega Urriellu tres fines de semana seguidos. Los dos primeros, el tiempo no acompañó. Era temprano en la temporada y recuerdo estar con mi amigo y tocayo Diego vagando perdidos por la nieve del Jou tras el Picu, en mitad de una niebla que podías cortar con cuchillo. Resistiéndonos a retirarnos hasta el último momento. Al siguiente fin de semana llovía,  otra vez para abajo con el rabo entre las piernas.
Al tercer fin de semana, por fin, el tiempo era mejor.
El día antes subimos Rubén y yo al refugio y matamos la tarde por allí, yo nervioso con la escalada del día siguiente. Rubén y yo nos conocimos en las excursiones del club Torrecerredo. Un tío muy majo y fuerte deportista. Habíamos subido el material que teníamos, poco. En mi caso seguramente cosas prestadas. Quizá incluso el arnés. No tenía nada. Nada, menos ganas y empuje.

Madrugamos y salimos Celada arriba con prisa por ser los primeros en la vía: la Directa de los Martínez (180 m, IV+). Al llegar nos preparamos y sorteamos quién tiraba: yo estaba allí para escalar, no para que me subieran. La escalada la recuerdo vagamente, pero lo que sí recuerdo era el buen rollo entre nosotros, cómo resolvíamos sin problema los largos, y las maniobras en las reuniones fluidas. Al llegar arriba, la grandeza del escenario histórico. En la cumbre, la Virgen. No la de ahora, ni la anterior, sino la anterior a esas dos.

No tengo fotos: yo desde luego no tenía cámara, y creo que Rubén tampoco.

Fue llegando más gente y nosotros nos fuimos hacia los rápeles. Volví a casa feliz. Creo que yo ya estaba por entonces enganchado a la montaña y a la escalada. Aquel 19 de Julio fue un día muy especial.

Una semana después escalé con Alejandro en la Aguja de la Canalona, y en la torre de los Coteros Rojos. Luego en Tajahierro… El Porrubolu con Iván, con su padre y con Iñaki,  con aventura previa incluida... Semana tras semana, al monte, a caminar o a escalar. Sin fallo.

Al mes siguiente, en agosto, hice mi primeravía en la cara Este del Picu: la Martínez-Somoano (280 m, V+), con Iñaki, en su primera escalada al Picu. A largos. Desde entonces fuimos cordada.

Ya en septiembre Iñaki y yo hicimos nuestra primera vía larga de verdad: la Sur clásica a Peña Santa de Castilla (600 m V). A largos. Éramos dos mindundis. Cómo lo pasamos de bien!

Al año siguiente, en Junio, nuestra primera Oeste, ya con Miguelón. La Leiva. A largos. Siempre.

La única foto que tengo de todo ese verano de escaladas es esta que me sacó Alejandro en la cumbre de la Canalona, camisa de franela y pies colgando al vacío…


Así que, desde hace ya veinticinco años, Bodas de Plata, de cuando en cuando, aún me da por ir a subirme por las rocas. Será que lo paso bien.

Para mí sin duda fue un verano mágico el del año 92.

lunes, 11 de septiembre de 2017

Irati, Ziordia, Eguino

Domingo 6 Agosto 2017
Nando del Pozo,
Vía Irati (220 m, V), Ziordia

Salimos de Huesca envueltos en nubes gris marengo, que a ratos descargaban abundantemente, como venían haciendo desde media tarde del sábado. No había motivo para quedarse allí, y si apurábamos el viaje aún podíamos intentar escalar algo en Eguino.


El caso es que son kilómetros, y que para cuando llegamos a Ziordia y entramos a buscar el camino que nos lleve a la cantera de referencia, y por fin nos bajamos del coche, son casi la una de la tarde.
Aquí hace buen día, se ve el cielo azul, pero algunas nubes circulan a gran velocidad. La temperatura es agradable para estar aquí en agosto. No hace calor.



Salimos caminando hacia arriba y en poco más de diez minutos estamos en el pie de vía. A nuestra izquierda se levanta estético el Espolón de Ciordia. Este quedará para otro día, el croquis que traemos es de la vía Irati, menos evidente y clásica, pero muy adecuada para nosotros hoy, que venimos muy justos de tiempo. Nos preparamos y empezamos a trepar a la una y veinte.

Arranca la escalada Nando, por una zona muy tumbada y con bastante vegetación. Estira unos cuarenta metros para llegar a una reunión cómoda.
El segundo largo sigue la tónica, algo más vertical pero fácil, con seguros fijos de cuando en cuando, ya sean parabolts o puentes de roca equipados.


Salgo yo después a por el tercero, que deriva hacia la derecha. Misma tónica, más vertical pero con mucho canto. Algún tramo que la roca suena a hueca y que conviene que se vaya saneando algún bloque.




El cuarto largo es de transición, caminando hacia la izquierda por una zona de terrazas hasta alcanzar la base de las placas llamativas que se ven desde abajo. Aquí se ve más estético: roca compacta, de calidad, y que se eleva por bastantes metros. Sale Nando a por ello y resuelve rápidamente, quinto largo.


Por encima de nosotros los buitres planean gráciles. A la izquierda una cordada va saliendo del espolón clásico.
Cuando llego, Nando me pasa los trastos, hay unos metros a autoasegurar ahora. Después se ven unos cuantos metros por un muro con una chorrera que nos recuerda a Fresnidiello en Picos. Eso sí, con chapas. Efectivamente, después de remontar unos diez metros de fisuras fáciles, me levanto por un muro con una canalizo poroso enel que hay que escoger la mejor presa, roma y caída, de entre las muchas que ofrece. Los pies en apoyos cómodos. Después de unos cinco o seis metros se hace más fácil. Los parabolts a distancia cómoda. Se termina y sigo navegando por un tramo fácil que me lleva al último relevo.


Nando viene disfrutando, al llegar sale a por lo que parecen los últimos metros.
En cinco minutos estamos arriba.

Vía rápida, fácil y disfrutona. Pena el exceso de vegetación. Son las tres y cuarto. Algo menos de dos horas para estos siete largos fáciles.
Bajada algo tétrica por la intimidante cantera.

A las cuatro en el coche para continuar viaje a casa. Buen punto este  para cortar el viaje y trepar algo. Para repetir.