LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
DONDE ESCALAR, ESQUIAR, PEDALEAR, CORRER, CAMINAR...
DONDE LOS AMIGOS, EL ESTILO Y LAS FORMAS CUENTAN, Y MUCHO

sábado, 17 de diciembre de 2016

Paseando el material por el Cornión

Sábado 10 Diciembre 2016
Pablo Luque, Nando del Pozo
Paseo por el Cornión

Las referencias que teníamos eran difusas: la nieve aún no había transformado y las condiciones podían ser muy variables, algo a lo que por otra parte estamos acostumbrados en los Picos. Así las cosas, decidimos tirar para allá con la mente abierta y la mochila cargada.


Hay muchas ganas de monte y de nieve.
Mi plan inicial era intentar alguna vía de roca fácil, y por tanto llevar pies de gato y un solo piolet. Al final cargamos con el segundo piolet por si acaso estaba más para corredores.
De camino para allá, la inversión térmica marcaba hasta siete grados menos en los valles que arriba en los Lagos: de uno abajo a ocho arriba. Como nunca se sabe y somos gente ilusionada, salimos para arriba sin preocupaciones.
La falta de forma y de costumbre se nota, especialmente en lo que pesa la mochila, y es que el alpinismo invernal es duro... Con todo, subimos hablando sin parar (excepto en los repechos más duros).
Llegando a la altura del Porru Bolu, al poco de parar a poner los pinchos (porque la huella prensada resbala), nos cruzamos con cuatro chavales madrugadores que ya vienen de vuelta. Dos vienen de uno de los corredores de los Argaos, y los otros de la Torrezuela y del Requexón. Todos hablan de condiciones similares: nieve a medio transformar, zonas duras y otras en polvo…



Con este escenario tiramos como tantas veces a por el segundo corredor de los Argaos, para desde allí decidir qué hacer luego. Está bastante feo con una huella muy marcada que lo asemeja a una escalera. Al llegar arriba, en el collado entre cumbres de los Argaos, el frío hace que mis compañeros no consideren mi propuesta de continuar por la cresta. La verdad es que apetece poco quitarse los guantes para agarrar caliza.



Nos echamos hacia la media ladera sur, con cuidado con la nieve. En cuanto destrepamos la parte más empinada empezamos a flanquear dirección a la Peña Santa de Enol: el Marqués parece en condiciones desde aquí. Paramos a comer y beber, y decidir qué hacer.





Son las once y media y queda bastante día por delante, pero tras breves deliberaciones me queda claro que no quieren ir a por el Marqués y prefieren completar la jornada de forma tranquila saliendo hacia la derecha por un collado soleado que separa la cuerda de las Cebolledas de la de los Argaos. Ninguno de los tres hemos cruzado antes por ahí y nos resulta una opción atractiva: se ve un paso de nieve continua, pero bastante colgado por zonas. Vamos pasando con cuidado, sin problema, pero Pablo, que va flojo, me pide sacar la cuerda en un punto. No pasa nada, para eso la estamos porteando…


Unos minutos más tarde estamos al sol en la arista. Desde aquí yo lo feo factible destrepar, tendiendo hacia la arista de la salida de la Llampa Cimera, pero terminamos montando un rápel para librar la parte más aérea.




Desde los cabos salimos andando por la pala helada, con cuidado hasta cortar el camino de Fuente Prieta, y una vez en este, nos vamos a la Mazada.
Ha estado interesante este cruce, pero yo me voy a quedar con ganas de más, así que mientras Pablo y Nando se quedan al sol comiendo y disfrutando las vistas, yo tiro hacia el Requexón.
El Requexón es una cumbre de altura modesta, pero bastante alpina en todas sus vertientes. Incluso su normal obliga a trepar y puede ser delicada si tiene nieve sin garantías. Hoy está limpia y no presenta problemas. En la arista, cuando la nieve empieza a escasear, me quito los pinchos y dejo la mochila (que pesa lo suyo). Salgo para arriba con un piolet por si acaso.  La trepada es entretenida. 



Llego a la cumbre y me entretengo unos minutos disfrutando las vistas y cruzando mensajes con Paula. Es todo un lujo estar aquí y más aún poder compartirlo. La panorámica de cumbres en todas direcciones es una pasada. Al cabo de unos minutos arranco de nuevo para abajo, prestando atención a los destrepes, que un tropezón…
Bajo siguiendo las huellas de los chavales que vimos esta mañana y que enfocan directas hacia el PorruLlagu. Debajo del Porru Bolu me encuentro con Nando que me ha estado esperando en varios puntos. Bajamos charlando hasta el refugio, donde nos tomamos una birra con Javi y Marta. De aquí abajo disfrutando de la luz del final de la tarde hasta el coche. A las cinco y media estamos quitándonos las botas.


Nueve horas paseando los trastos (la mitad con los pinchos puestos), que siempre viene bien, aunque sea como entreno. Además hemos pasado por sitios nuevos, nos hemos reído bastante y en conjunto ha sido un buen día de montaña.


Por ahora toca esperar a que las condiciones mejoren.

lunes, 5 de diciembre de 2016

Pisando primeras nieves

Circular vespertina y solitaria a la cuenca de Cebolledo.


Llanera 13:30 h
Cebolledo (1.650 m) 14:45 h
Pico Toneo (2.091 m) 15:20 h
Pico Agujas (2.141 m) 16:06 h
Pico la Cuerna (2.140 m) 16:38 h
Pico Redondo (2.128 m) 16:48 m
Cebolledo (1.600 m) 17:45 h
Gijón 19:00 h

Una y media, apago el ordenador y tiro para el coche. Al volante de camino, mientras decido destino entre Ubiña y San Isidro, me como un bocata, un plátano y un kitkat. En Ujo tiro para San Isidro: dan bastante viento y prefiero su perfil de cumbres. En el parking de Cebolledo estoy solo a excepción de otro coche de dos chavalas que acaban de llegar de caminar y se van. Me cambio rápidamente y meto en la mochila un poco de agua, la chupa, los pinchos y un piolet; no hay demasiada nieve pero nunca se sabe. La frontal también viene.
Arranco por la ladera del Toneo, donde por evitar las cotollas y los escasos neveros termino trepando por zonas más de roca viva, más tieso pero mucho más entretenido. En poco más de media hora y en mitad de la nube cerrada estoy en el buzón de cumbre del Toneo. Unos cuatrocientos metros de desnivel que son la mayor subida del recorrido.


Hace muchos años que no ando por estos montes, donde aprendí a cramponear de chaval.
Salgo a tientas buscando la arista que baja hacia el Agujas. Inicialmente no veo más allá de unos quince o veinte metros. Más por intuición que por otra cosa encuentro huellas recientes (posiblemente de las chicas que vi en el aparcamiento). Las sigo y me llevan hacia el collado que separa la zona de Cebolledo de la de Riopinos. Desde aquí, pisando más nieve y sin niebla ya, remonto hacia el Agujas.


El caminar es más aéreo en esta zona. Las vistas de su cara norte con sus dos corredorcillos me dan ideas para otras visitas cuando la nieve esté más asentada y transformada.


Cumbre en el Agujas. Desde aquí, dada la hora temprana, continúo por la arista dirección Sureste hacia el Pico la Cuerna. Es un tramo de entretenido cresteo sobre bloques verdes de liquen, con neveros intercalados entre ellos, más duros que antes. La temperatura está fresca pero se camina muy bien de forro fino.


Hago la cumbre del que creo que es el Pico la Cuerna, no hay nada que lo identifique, y desde su vértice geodésico miro por dónde tirarme hacia abajo. Decido seguir adelante por la cuerda, en lugar de retroceder, para buscar un collado en el que echarme hacia el norte.


Cuando llego a un nuevo collado me parece ver un mástil o un buzón en la siguiente cima. Como también está cerca, y temiendo que la Cuerna sea aquella y no la del vértice que he visitado, continúo hasta ella.


Cuarta cumbre. No sé cuál es porque tampoco hay buzón o placa (más tarde en casa veo que es el Pico Redondo). Un trago, una barrita, unas fotos y arranco para abajo. Decido tirar directo desde cumbre hacia las pistas. La pendiente es aquí más fuerte y la nieve está mucho más dura. Con las botas de verano no me siento seguro para cantear, así que me pongo los crampones. Con ellos puestos, bajo seguro unos trescientos metros de pala hasta unos enormes bloques verdes. Aquí me quito los pinchos y enlazo ya con zona de pistas de Requejines.


Las pequeñas lagunas que hay en esta zona están heladas. Por aquí hay algunas huellas grandes de ungulados y también de otros bichos no herbívoros, grandes también… Caminando en soledad y al atardecer me imagino que pronto empezarán a patrullar sus dominios.


Remonto la pista hasta el collado con la sierra de Sentiles, que ya me bajará a los edificios de la estación.Tras un rato de bajar por senderos enlazando pistas de esquí llego a la estación y al coche.


Mientras me cambio de ropa y calzado, a cuatro grados y bajando, pienso para mí que, para estar a mediados de noviembre, el invierno empieza a asomar a la Cordillera Cantábrica.
Encantado con el paseo vespertino en soledad, me monto en el coche y conduzco hasta casa.
Recorrido aproximado 7.5 km
Desnivel positivo aproximado 700 m


domingo, 20 de noviembre de 2016

Paseo otoñal por Nava

Domingo 30 Octubre 2016
Circular a las Foces del río Pendón, Nava
Susi, Marcos, Tomás, Martín, Diani, Paula, Javi y Jimena


Hasta este día, el otoño ha venido cálido y anticiclónico: en los últimos días ha habido niebla cerrada en la costa, pero en cuanto te alejas del mar, el cielo azul domina.
Asturias tiene muchas ventajas para los que nos gusta la montaña y aire libre: hoy, en apenas media hora de coche desde casa ya estamos aparcando en Fuensanta.
La excursión elegida, como otras veces, está sacada del libro “32 razones para ir al monte con niños”, de Orlando Merás. Las que hemos hecho hasta ahora nos han encantado. Está en Nava. Se trata de una ruta circular (PR-AS45) de unos diez kilómetros y unos cuatrocientos metros de desnivel: recorre primero el valle que lleva hasta las Foces del Río Pendón, y después gira para bajar de vuelta al punto de partida por la pista que sube a les Praeres.
El aparcamiento tiene unas cuantas plazas, pero casi no quedan libres. Se ve que esta excursión es un clásico.
Después de poner las botas, coger agua en la fuente y rematar las mochilas, salimos por la pista.
Somos cinco adultos y cuatro niños: dos de siete años, Tomás y Javi, y dos de cuatro años, Martín y Jimena.



La ruta empieza con algo de cuesta hasta alcanzar un primer collado, el collao Fornos: se inicia entre castaños y robles, que aún lucen bastante verdes para la época. Los niños juegan y corren adelante y atrás, aún frescos y con ganas de pasarlo bien.



En el collado Fornos un pastor llama a sus vacas, que acuden trotonas desde todas partes a por la deliciosa sal. Desde aquí, el camino nos va llevando hacia un valle, cada vez más cerrado, que termina en las foces que dan nombre a la excursión. El camino es cómodo, en suave subida, con vistas.



Cruzamos gente que viene corriendo, bastantes, preparando una carrera de montaña que se celebrará en breve en este mismo circuito circular. También bastante gente va caminando como nosotros. Está esto muy concurrido.
Los niños caminan contentos, jugando, con sus muchas simpáticas ocurrencias. Los mayores disfrutando y charlando sin parar.


Cuando las foces se cierran y nos acercamos al nivel del río, aparece algo de barro. Pronto empezamos a remontar la ladera hacia el Suroeste.






Nos toca ahora un tramo donde se concentra la mayor subida del día: tenemos que alcanzar un nuevo collado para llegar al llamado Malláu Pastor. Es una majada que marca aproximadamente la mitad de la excursión. Salimos de la sombra de los árboles y el sol cae plano sobre nosotros. Jimena quiere que la lleve a caballo, así que, una vez la subo a hombros, me pongo a ritmo: con sus casi veinte kilos no puedo andar esperando. Javi viene con nosotros y juntos los tres nos adelantamos considerablemente del resto.


Desde el alto vemos las cabañas de la majada Malláu Pastor donde vamos a parar a comer. Igual que nosotros lo ha pensado más gente, así que nos juntamos un buen grupo a la sombra de los árboles. Es la leche que a finales de Octubre busques la sombra en lugar del sol…


Después de comer los bocatas arrancamos pista abajo.
La pista va pasando por pequeños collados, bajando serpenteante hacia el valle. En los tramos de mayor desnivel está hormigonada. Recuerdo sufrir lo mío hace unos años subiendo estas rampas en bicicleta: tiene repechos muy empinados. Vamos charlando, alternando los juegos con los niños entre nosotros. Asomándonos a los bebederos a contar renacuajos, cogiendo palos, hojas…




Entretenidos llegamos a la zona baja, cerca ya del coche, donde en los prados trotan caballos y ponys. 
Hemos tardado en total unas cinco horas. Algo menos.
Para ser unos diez kilómetros y un desnivel de unos 400 metros, haber ido con dos niños de cuatro años, lo hemos hecho muy bien. La excursión es realmente recomendable. En una terraza saliendo de Nava nos regalamos una birra unos, un colacao otros.

Qué bien lo paso de paseo en días como este con tan buena compañía.

sábado, 29 de octubre de 2016

El porcentage ciclable: explorando valles por Somiedo

Domingo 25 Septiembre 2016
Nando del Pozo, José Antonio Estévez
Ruta exploratoria zona Valle del Lago, Somiedo (+-25 km, +1200 m, 6 horas)


-   Finu, ¿el domingo cómo lo tienes?
-      Diiime. Lo tengo… bien
-       ¿Una betetera de día completo?
-       Bueno
-       Dan algo de riesgo de agua pero pa la bici vale. Sobre todo hacia Occidente
-       Ahí tamos
-       ¿Somiedo?
-        Vale
-        Vete pensando ruta
-        Tengo pendiente una de exploración por allí, si te atreves…
-        Siempre
-        (Iconos varios de aceptación)

Así quedamos, por watsapp. Ya ni hablamos por teléfono…
Como siempre, lo que me apetecía era ir a escalar algo por el monte. Una vez más, cuando tengo libre la previsión no era segura, así que optamos por la bicicleta de montaña: no es que en bici no fastidie mojarse, pero no te quedas tan fuera de juego como si fueras a escalar en roca.
El recorrido propuesto se dividía en dos partes claras: la ida, por valles y collados en los que el mapa marcaba pista, y la vuelta, donde parecía que no estaba nada claro. Y así fue.
Salimos de casa con nube baja mojándonos mientras colocamos las máquinas en el techo del coche. En la hora y media de camino el cielo alterna, y la carretera a ratos está seca a ratos no.
La ruta comienza en el pequeño pueblo de Veigas (811 m) en la carretera que sube hacia la Farrapona. En medio de la niebla salimos carretera arriba. En menos de un kilómetro la abandonamos para internarnos en un angosto valle, por una pista que serpentea cuesta arriba en medio de arboleda.



El ángulo es duro, y el hormigón aparece más de lo que nos gustaría: cuando hay hormigón (que cuesta una pasta), es porque hay repecho duro. Estivi tiene problemas con el piñón del 1, y unido a la falta de forma, echa pie a tierra antes y más a menudo que Nando o yo. Aunque yo me sumo a empujar de vez en cuando, especialmente cuando el terreno muy  suelto me hace perder el equilibrio.
Son unos cuatro kilómetros hasta un collado en los que remontamos 400 metros de desnivel, así, para calentar (una media directa del 10% habla de repechos del 20% seguro…). Paramos un poco a disfrutar las vistas hacia el pueblo de Valle de Lago y hacia el valle que le da nombre, y hacia su cabecera, donde está el lago que los nombra a todos… Bajamos al pueblo y lo cruzamos en pocos minutos. Desde aquí el valle sube suave, salvo en dos o tres repechos, durante unos 6.5 km y unos 350 m de desnivel, en un paraje precioso, que lo convierte en una excursión típica de esta zona, tan típica de excursiones por otra parte.




Hasta aquí terreno ciclable al 100% (si te dan las piernas y el corazón). En adelante, comienza la exploración, y comienza como ya apuntaba el terreno: bici al hombro, remontar de ladera, cotolla, bloques de cuarcita… Vamos retrocediendo por el valle por la ladera Norte, ganando metros poco a poco. A ratos empujamos las bicis, a ratos tiramos de ellas. Otros, los peores, las porteamos.





El paisaje sigue precioso. Las nubes ayudan a mejorar la luz. Nos recreamos con las vistas y con el vuelo de los buitres mientras recuperamos resuello y comentamos resignados que siguen pintando bastos. Por fin, el estrecho camino mejora y podemos montarnos en las bicis, aunque sea alternando con desmontes.





Llegamos a la Vega Camayor, donde el camino tira hacia los lagos de Saliencia y de allí a la Farrapona. Las dudas vuelven a aparecer: aseguramos ruta o seguimos con el plan original de exploración? Las nubes abren un poco más y nos dejan ver nuestro siguiente collado objetivo, el Tarambicu, a más de 1.800 m. Decidido, seguiremos sufriendo. La subida vuelve a ser desmontados, y ya llevamos hora y media desde el lago…





En el collado empezamos a ciclar, trialero a ratos, luego por buenas camperas donde nos reconciliamos con las bicis, disfrutando como enanos con un paisaje espectacular, solitario. Sin camino ni senda recorremos los puertos ante la mirada de algunas vacas, algunos rebecos y me imagino yo, algún oso oculto (estamos justo al límite de una gran zona restringida). Pasamos brañas con restos abundantes de cabañas, señales inequívocas de la gran actividad ganadera que antaño existía por estos lugares solitarios hoy. Tras unos momentos de duda en los que sacamos el mapa (no somos gente de gps), aprovechamos para comer y echar un trago, reemprendemos un nuevo tramo malo, apenas ciclable independientemente del seguro médico que tengas (Nando siempre apura más que nosotros, debe de tener cobertura premium).


En el Cantu de Bobia empezamos a atisbar el estrecho valle por el que subimos esta mañana: ya estamos rematando el tema. Pero aún nos toca bajarnos por una empinada ladera (bicicleta en mano gran parte) hasta entrar en el bosque, donde las cabañas de Llamera ya nos dan paso a una empinadísima pista de hormigón (una caída sería fatal) y después de esta, soltando frenos ya, dejarnos ir  por el primer tramo de la mañana y hasta el coche.


Resumen de la ruta:
Unos 25 km,
Desnivel positivo aproximado 1.200 metros,
Porcentaje ciclable (aquí hay opiniones encontradas): digamos una franja entre el 60% y el 80% (ja!)
Horario invertido total: 6 horas (casi para hacerla caminando…)
Disfrutada: muuuuucho
Recomendable? Sí, para la gente que le “gusta el Barro” (es decir, salirse del camino trillado).

Nada como salir de monte con amigos y sufrir un rato para justificar las birras y demás: en Pola de Somiedo recuperamos sales, proteínas y grasas perdidas a base de productos de la tierra.