LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
DONDE ESCALAR, ESQUIAR, PEDALEAR, CORRER, CAMINAR...
DONDE LOS AMIGOS, EL ESTILO Y LAS FORMAS CUENTAN, Y MUCHO

jueves, 21 de mayo de 2015

Retomando sensaciones en el Cueto Agero

Sábado 16 Mayo 2015
Luque e Inés
Cueto Agero (1.022 m): Queroseno (150 m V+) + Espolón Sur Clásica (250 m, 6a )


Cuatro años habían pasado ya desde mi última visita al Agero, pero es que el tiempo corre que vuela. Precisamente aquel día, también con Pablo, queríamos hacer lo mismo que hoy, pero el viento excesivo nos llevó a Pardecillos, donde también se disfruta de lo lindo.
El nuevo tramo de autopista  Llanes Unquera aligera un poco más el trayecto, y habiendo madrugado, en poco más de hora y media estamos aparcados a la entrada de Allende. Son las nueve de la mañana. Únicamente hay una furgo con dos chavales desayunando.
Este pueblo me trae tantos y tan buenos recuerdos que estos se me amontonan en la cabeza. Mirando hacia los prados al lado de la capilla la mente me lanza fotogramas del “campamento kurdo” donde capeamos lluvias y fríos mientras las obras del Cubil progresaban.
Hoy viene con nosotros Inés, a quien yo no conocía, pero que desde el minuto uno se integra en nuestras chanzas. Más tarde, mientras escalamos, descubrimos que tenemos tantos conocidos e incluso amigos comunes que uno vuelve a darse cuenta de que el mundo es un pañuelo…
La subida hasta pie de vía fue bien, aunque la sudada fue poderosa: es precisamente a esta primera hora cuando el sol más ha aparecido. En el último tramo de pista un corzo cruza apenas veinte metros por delante de nosotros. Esto siempre es buena señal.

Pablo en el segundo largo de Queroseno
El zócalo del Resquilón es un comienzo ideal para la escalada del día, sobre todo escogiendo bien la vía: nosotros vamos a por la “Queroseno”. Cuatro largos fáciles sobre una roca excepcional que te van metiendo poco a poco en el ritmo y el estilo del Valle: chapas las justas, y seguros a colocar siempre que hay opción. Comienza Inés con el primer largo, sigue Pablo con el segundo, luego yo en el tercero y Pablo de nuevo en el cuarto. Mientras escalamos vemos subir a dos tíos por la vira de aproximación al espolón Sur: vamos a tener compañía.

Tercer largo de Queroseno
Recogidas las cuerdas nos vamos sin demora hacia el comienzo del espolón Sur clásico al Cueto Agero: llegamos al pie de vía con la cordada de chavales que vimos en el parking metidos en el primer largo. Me encuerdo rápidamente y salgo para arriba adelantando a su primero, que se había parado en una reunión intermedia apenas a quince metros del colega después de que las cuerdas se le trabaran algo en un giro entre bloques. Nos dejan pasar aprovechando además que nosotros conocemos la vía y ellos vienen por primera vez, así que les serviremos de referencia.
Una vez reagrupados Pablo sale delante en la segunda tirada, más fácil y de transición.
En el tercer largo que me toca de nuevo a mí, el espolón va cogiendo ambiente y la escalada tintes clásicos: fisuras, diedros. Me encuentro bien aunque algo flojo. Nada raro considerando lo poco que estoy escalando.
El cielo está nublado y no hay viento. La temperatura es perfecta para escalar. Llevamos buen ritmo y estoy disfrutando tanto la escalada como la compañía.


El cuarto largo es el más duro de la vía: arranca tieso desde la reunión con unos cinco metros sobre fisura ancha y lisa. Escalada atlética. Pablo resuelve con solvencia. Por mi parte, de segundo le pego una bramada de las que hacen afición. Inés viene silbando…
Vamos alternando la cabeza de cuerda, pasándonos los trastos y cambiando cabos de forma muy eficiente para ser tres.
Me pongo delante de nuevo a por la siguiente tirada, que arranca con una estética fisura oblicua a derechas. La vía va girando el espolón hacia la derecha, estiro metros buscando el mejor recorrido. Aunque he pasado por aquí al menos otras cuatro veces, no recuerdo apenas el paisaje. Una voz de Pablo me avisa de que se está terminando la cuerda: claramente me he saltado una reunión y estoy terminando ya la Punta de Flecha. Por no apurar del todo monto reunión sobre dos Friends teniendo la oficial de dos clavos justo encima.



Mientras aseguro a los compañeros me distraigo primero viendo el vuelo acrobático de un halcón, después con el más pausado de los buitres, y observando también las paredes vecinas por donde discurren otras vías emblemáticas, algunas hechas, otras intentadas, y otras más ni eso siquiera…

Saliendo de la Punta de Flecha
Desde aquí la pared ya tumba, Inés se pone de primera de cuerda: este terreno menos definido, con bloques y alternativas varias es bueno para rodarse en la escalada de montaña. En tres tiradas más alcanzamos la cumbre.


Hemos tardado unas cinco horas para unos doce largos y cuatrocientos metros aproximadamente. 
Lo hemos pasado muy bien. Yo he disfrutado mucho la vía, como siempre, a pesar ser ya la cuarta o quinta vez, y a pesar también de la acuciante falta de forma. Y también he disfrutado con la compañía.


En la bajada por la canal vamos observando y comentando las vías en las tapias de alrededor: “Mar de Sueños”, “Water”, “Antimateria”... Pablo e Inés se quedan a trepar algo más. Después de despedirnos yo sigo hacia el coche.


Caminando por entre las encinas voy pensando en la poca gente que hemos visto para un buen día de primavera en este paraíso de la escalada.
Ya en el pueblo me paso por el Cubil, aunque sé que Javi está por Picos con clientes…

Inmejorables vistas a la Liébana
El Agero, ¡qué privilegio de sitio!

Villaviciosa 7:30 h
Allende 9:00 h
Pie de vía 10:00 h
Inicio escalada 10:20 h
Cumbre 15:20 h
Allende 16:45 h
Gijón 18:30 h

lunes, 4 de mayo de 2015

Cabrones-Torrecerredo solo

Conduciendo solo por la enorme planicie tejana, en mitad de un exilio laboral de tres semanas, uno echa de menos muy intensamente a la familia. Mucho.
La falta de relieve también hace que eche de menos otra cosa: las montañas.
Por momentos la melancolía me invade. Menos mal que el amigo Rosendo Mercado me anima con su provervial energía.
Los planes futuros se amontonan junto con los recuerdos...

Sucedió entonces que me quedaba algo de tiempo libre. Acababa de llegar de regreso de los Alpes, venía solo después de dejar a Javi en Santander y aún tenía un par de días sin obligaciones. Eran otros tiempos.



Con el hematocrito alto después de escalar en altura, me apetecía darme un pateo y hacer alguna cumbre. Me dirigí pues a Poncebos, donde una vez aparcado preparé una mochila ligera con el saco, la esterilla y algo de comer. Crucé el Cares y encaminé mis pasos a Bulnes, con intención de subir a dormir a Cabrones.
La subida la recuerdo larga pero sin sufrimientos: Bulnes, Amuesa, los Traves, Cabrones. Venía fuerte y no llevaba ni peso ni prisa, así que a mi aire llegué al refugio donde por entonces estaba de guarda Sergio. Tenía clientes por allí y más que llegarían, pero a mí no me importaba; pensaba vivaquear. Estuvimos de charla un rato.

Mi  idea se había ido afinando mientras remontaba las pedreras de Amuesa, o quizá ya lo tenía pensado desde el principio aunque no lo supiera: quería hacer la Integral Cabrones-Cerredo solo.
Cuando Sergio se liberó de sus tareas, salimos juntos hacia la normal del Pico de los Cabrones. Remontamos las gradas y los pequeños pasajes que nos llevaron hasta esta cima, en la que yo únicamente había estado una vez antes: la verdad que el ambiente de este circo alpino es espectacular. En la cumbre charlamos un rato, disfrutamos de las vistas, y yo luego me despedí para tirar hacia la arista.


Sergio, un guaje de aquella
Recuerdo la trepada de la arista como aérea, elegante, muy bonita. Salvo en un tramo más compacto aún cerca de Cabrones y el tramo ya final para remontar a la cumbre del Torre, al resto no le vi complicación. A pesar de ir con las botas de invierno (las que traía de Alpes), los pasos de escalada no me costaron especialmente y en muy poco tiempo estaba sentado en la cumbre más alta de los Picos, observando un grupo de gente que venía por la normal, aún lejos de mí.


La arista
Sentado allí solo, recordaba cómo unos años antes, en invierno y con unos cuantos amigos, nos tuvimos que dar la vuelta para abajo apenas a quince metros de la cima. En aquella ocasión, allá por el 95 o 96, el mismo pequeño resalte de IV que acababa de hacer sin pestañear, a pesar de ir encordado y armado de trastos hasta los dientes, había sido entonces demasiado para mí: la nieve posada sobre la roca y el fuerte viento me hizo retirarme para rapelar cientos de metros de la Casal-Martínez.


La Casal Martínez, ambientazo
También recordaba cuando junto con mi gran amigo Rubén Gutiérrez hicimos esta misma cumbre por el Espolón Norte, una bonita vía clásica del señor Udaondo. De eso aún hacía más tiempo: creo que fue por el 93...
Uno es uno y sus circunstancias, y a veces las circunstancias lo cambian todo.
Bajé por la normal saludando a la gente que subía. El resto de la tarde disfruté del paisaje alpino vagueando por allí. Esa noche vivaqueé en un pequeño parche de hierba por encima del refugio y al día siguiente me bajé de nuevo por los Traves y por Amuesa hasta Poncebos sin cruzar a nadie.




Guapa arista la Cabrones-Cerredo. Tengo ganas de repetirla.