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jueves, 16 de abril de 2015

Los cuatro elementos

Dice la Wikipedia que muchas doctrinas antiguas usaban un grupo de elementos para explicar los patrones en la naturaleza. En este contexto, la palabra elemento se refiere más al estado de la materia (o sea, sólido/tierra, líquido/agua, gas/aire, plasma/fuego) o a las fases de la materia (como en las cinco fases chinas), que a los elementos químicos de la ciencia moderna.



Tales de Mileto propuso como el principio o arché de todas las cosas el agua, después Anaxímenes consideró el aire, Heráclito el fuego y Jenófanes la tierra (Aecio y Sexto Empírico nos transmiten un fragmento (B 27) en el cual Jenófanes dice que la tierra es principio y fin de todas las cosas. Pero Aristóteles había dicho que ningún pensador había atribuido a la tierra el carácter de elemento primordial.). Para Aristóteles el "eter" o quinto elemento es la quintaesencia, razonando que el fuego, la tierra, el agua y el aire eran terrenales y corruptibles, y que las estrellas no podían estar hechas de ninguno de estos elementos, sino de uno diferente, incambiable, y de una substancia celestial. Los pitagóricos utilizaban las letras iniciales de los cinco elementos para nombrar los ángulos de su pentagrama, y los identificaban con los sólidos platónicos.
La teoría de las cuatro raíces de Empédocles (cerca del 450 a. C.) es mencionada por Aristóteles:

El fuego es a la vez caliente y seco
La tierra es a la vez seca y fría
El agua es a la vez fría y húmeda
El aire es a la vez húmedo y caliente




La Peña Santa asomando vigilante

Dicen algunos estudios por ahí que muchos niños de las grandes ciudades no saben que la leche no viene de los tetrabriks del supermercado. Que en su mundo cotidiano de cemento y asfalto, apenas pisan verde.  Que cuando ven vacas de cerca, creen son toros y que embisten (esto no sólo le pasa a los niños, doy fe). Que muchos de ellos tardan años en ver y sentir la nieve.
Sus vidas están muy lejos del contacto directo con la naturaleza.

Yo haré todo lo posible porque a mis niños no les pase esto.

Creo que el contacto con la naturaleza es fundamental para el aprendizaje de lo que somos, para conocer aquello de lo que formamos parte.




Lo llevamos en los genes. Si le das la opción, un niño jamás podrá evitar agarrar un palo, lanzar piedras al agua o por una pendiente, esconderse entre los árboles, pisar la nieve por más que esté fría y le moje, trotar por los prados, hacer montones con hojas secas, meterse en los charcos de agua o de barro… Son juegos básicos.


El Agua es a la vez fría y húmeda

Veo como parte necesaria de nuestra formación el sentir el viento, sufrir al subir las cuestas, notar el escozor de las ortigas,  ver lo muy grande que es un caballo de cerca,  o lo que se agradece el calor de la chimenea cuando es de noche y hace frío.

Todo es mejor en el campo: la misma merienda de casa sabe mejor sentado en un prado de montaña.
Recolectar los frutos silvestres o recoger astillas para encender la chimenea de casa son  verdaderas aventuras.


El Aire es a la vez húmedo y caliente (según, diría yo)


El Fuego es a la vez caliente y seco

La era urbana y digital nos domina. Pocas cosas me desagradan más que ver a un grupo de niños sentados en batería  a la puerta de un bar, cada uno jugando con su Tablet, o móvil, o consola o como quiera que se llame. Ya veo en casa lo difícil que es evitarlo, sin darnos cuenta Javi coge la Tablet o el móvil de su madre, o se sienta al ordenador y busca juegos. Y cuando se lo permitimos simplemente se queda hipnotizado.
Unos días en el pueblo los transforman. Bajar a la calle simplemente por salir al exterior, por estar a su aire, autónomos, por sentirse libres, es un impulso irrefrenable que no pueden evitar. Me encanta verlo.

Los niños tienen que correr, jugar a la pelota, esconderse. Tienen que caerse y hacerse heridas en las rodillas, levantarse llorando y seguir corriendo dos minutos después.


La Tierra es a la vez seca y fría


A última hora de la mañana del sábado, en contra de lo prescrito por el médico y de lo que me dice el sentido común, me puse de corto, me calcé las zapatillas y salí corriendo pista arriba. Últimamente me permito el lujo de correr un rato de vez en cuando. Precisamente debido a lo poco que lo hago, sumado a un par de kilos de más, sufro bastante, especialmente si es cuesta arriba como era el caso. Curva tras curva seguí la desierta pista de Vegabaño, rodeada de ese gran bosque silencioso de hayas y robles, aún desnudos de hoja. Iba concentrado en las pisadas, intentando reducir en la medida de lo posible el impacto a mis articulaciones. A la vez iba disfrutando el paisaje y el aire frío (hoy estábamos por debajo de 5 grados). Iba encantado a pesar del latir de las sienes, del protestar de las piernas y de la respiración acelerada. Al llegar al Mirador de los Porros me di la vuelta cuesta abajo hacia el pueblo.
Apenas fueron cuarenta minutos pero los sufrí y los disfruté a la vez como si hubieran sido muchos más. Por contradictorio que esto suene.

Unos días estupendos en la montaña aprendiendo con los cuatro elementos. Pura Vida.

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