LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
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DONDE LOS AMIGOS, EL ESTILO Y LAS FORMAS CUENTAN, Y MUCHO

viernes, 25 de julio de 2014

Frío en el Aneto, Arista Nordeste

21 Julio 2014
Rafa Belderráin
Pico Aneto (3.404 m), Arista Nordeste


El verano está siendo inestable en los Alpes. La organización de la escapada se ha ido complicando y de nuevo, como el año pasado, recortamos el viaje para quedarnos en los Pirineos.
Hace años que tengo en mente esta actividad, y Rafa es ideal como compañero para ella, así que con esa idea salimos de casa: intentar la Salenques-Tempestades al Aneto. La previsión es algo incierta, pero no tenemos mucho margen de maniobra, así que simplemente tiramos los dados y fuimos a por ella.
Benasque nos recibe con cielo muy oscuro y lluvia fina, pero es lo previsto. En teoría esta noche levanta.
Con esa esperanza salimos de la Besurta hacia las siete de la tarde, porteando tienda y sacos con la idea de acampar en los alrededores del Collado de Barrancs.
El camino es nuevo para los dos: Aigualluts impresionante. Las cascadas de agua, las camperas alpinas. Hacia arriba apenas vemos nada por la nube enganchada. Bajo la lluvia fina, sin nadie a la vista, vamos avanzando en la declinante luz del atardecer. 



El tiempo parece empeorar, casi son las nueve y nos queda poca luz. Buscamos un espacio de hierba para plantar la tienda. Con tanta agua corriendo cuesta encontrarlo, pero finalmente damos con uno. Apenas terminamos de montar la tienda cuando empieza a llover con intensidad. En pocos minutos es una tromba de agua y se hace de noche. Acurrucados bajo la tela, cenando la pasta que Paula preparó el día antes (riquísima), comentamos que hemos tenido suerte…
Pongo el despertador a las seis, aún confiando que escampe y la roca se seque con el viento anunciado.
Cuando suena la alarma, la retraso una hora: llueve con intensidad. A las siete repetimos la operación sabiendo que ya están apagándose nuestras opciones. Cuando nos levantamos la lluvia ha parado, pero el cielo sigue muy oscuro de nubes. Estando aquí, vamos a tirar dirección al collado de Salenques, así al menos conoceremos el terreno para un intento futuro.

Amanecer incierto
Caminamos con el material en la mochila (la esperanza es lo último que se pierde y siempre es mejor que te pille la oportunidad con los trastos encima). En el colladeta de Barrancs aún no podemos ver la arista, la nube lo tapa todo unos cientos de metros por encima de nuestra cota. Hace frío.
Decidimos entonces intentar la arista Nordeste del Aneto, y caso de no poder con ella, tirar a la Normal para por lo menos hacer cumbre. Ayer habíamos leído una descripción de esta arista en internet, y parecía que podíamos meternos incluso con este tiempo.

Poniendo pinchos: la nieve estaba dura
Vamos remontando zócalos rocosos, buscando el mejor camino, esquivando las numerosas cascadas de agua. Unos rebecos nos vigilan desde la altura, únicos signos de vida en el gris paisaje.
Cuando alcanzamos el pie del primer tramo de arista, pisando nieve hace rato ya, la lluvia nos hace dudar de nuevo. Finalmente entramos a la línea de rocas desde un pequeño collado.



Nieve fresca de la noche anterior tapiza los bloques. Pequeños carámbanos cuelgan de los bloques. El terreno es sencillo pero alpino: hacia la izquierda un vacío vertiginoso hacia el glaciar de Barrancs, hacia la derecha más suave hacia el glaciar del Aneto. Las trepadas son fáciles, pero el ambiente recio le da interés: frío, viento, aguanieve, niebla. Para ser un premio de consolación, nos lo estamos pasando muy bien.



En un momento dado, la arista gana ángulo, y aprovechamos para encordarnos y colocar algún seguro.
Pronto volvemos a recoger la cuerda y a movernos juntos.
Cuando estamos alcanzando el final, vemos moverse por el glaciar a cuatro o cinco personas que bajan por la normal. Al poco rato estamos en los pasos famosos de la arista y al minuto en la cumbre.



Estar solos en esta cima en verano es seguramente inusual. Acurrucados en un vivac, comemos un bocata. El cielo se va aclarando y por breves momentos podemos disfrutar de las vistas.

Destrepando los pasos del Profeta
La bajada va muy rápida, el glaciar está muy nevado y seguro: bajamos sin crampones casi esquiando sobre la nieve dura. El cielo está azul por fin.
Desmontamos la tienda y bajamos sobre nuestros pasos de ayer, disfrutando ahora de vistas más completas. La Salenques-Tempestades se nos muestra ahora casi entera: sigue en la lista de pendientes, pero ahora con más peso después de habernos pegado el paseo y de ver su ambiente.



En dos horas estamos en la Besurta, no sin antes habernos quitado las botas para cruzar un río en el Plan de Aigualluts. Nos vamos esta tarde dirección Norte a Neouville, para intentar escalar algo en el Cap de Long.


Tónico para los pies, al fondo parte de la Salenques Tempestades
Guapos Pirineos.

viernes, 18 de julio de 2014

Finale Ligure, primavera 99

Cuando llegamos a la zona de acampada pirata de Monte Cucco, aún sin haber estado, me vino directamente a la cabeza el Campo 4 de Yosemite: las tiendas de colores diseminadas entre los árboles, los tenderetes de ropa al sol, los melenudos con aspecto hippie, las cuerdas y el material desparramado delante de los campamentos, la música variada, las botellas de cerveza y el olor a chocolate o a maría… Luego, cuando pasando por delante de la zona de duchas, una plataforma de madera abierta, vi una tía duchándose en pelotas a la vista de todos, me quedó claro que el sitio era especial. 
Ese día, con las manos aún blancas de magnesio (no sé por qué no nos duchamos…), cenamos una pizza en el chiringuito de madera de enfrente.


Había salido esa mañana temprano de Manchester, después de pasar una “cómoda” noche tirado en los bancos del aeropuerto: los diseñadores de ese mobiliario o bien odian a los colgaos o bien tienen instrucciones contra ellos. Después había hecho escala en Amsterdam: con la mochila facturada iba de ligero, podía moverme por la terminal como si fuera un experto viajero. Sentado en un banco leyendo, viendo al enjambre de gente ajetreada, joven, autónomo, viajando, con todo por delante, me sentía un poco como el Holden Caulfield de Sallinger, descubriendo la vida: menudo flipao.


Viniendo del invierno de Inglaterra, con poca luz durante meses, y habiendo hecho escala en Amsterdam, donde la nube a ras de suelo daba una sensación de opresión total, la luz mediterránea me sorprendió nada más salir del aeropuerto. Además de la luz, había un importante salto térmico: debía de haber algo más de veinte grados que, corriendo por el andén de la estación con la mochila de 80 litros me hacía sudar de lo lindo. Si le sumamos la cara de despiste que debía llevar, provocaba a menudo la sonrisa de los que me cruzaba.
De repente me parecía que estaba dentro de una película de Mastroiani: Italia tiene su ritmo propio, y eso que estoy en el Norte… La estación central de Milán era, como todas las estaciones, un sitio “delicado”: por allí había una fauna interesante, atenta al despiste de cualquiera para sacar algún beneficio poco lícito. Claro que yo no debía de parecerles una presa interesante de ninguna forma.

Míticos Kendo!
Había quedado con mi amigo Peter en Finale Ligure, un pueblo en la orilla del mar Mediterráneo, cerca de Génova. En aquellos tiempos aún no teníamos móviles, ni whatsapp, ni gepeses. En realidad poco faltaba ya: era el final de una época. Pero aún no había. Así que yo trotaba por la estación para llegar a coger el último tren del día a Génova, donde tenía que cambiar a otro de cercanías que me dejara en destino. Ya había perdido un enlace y no sabía qué iba a hacer si finalmente no llegaba.



Peter y yo nos habíamos conocido unos años antes en Gredos, en una concentración de escaladores de toda España y algunos de fuera, entre ellos tres austriacos: Peter era uno de ellos. Iñaki y yo fuimos seleccionados por nuestra Federación autonómica para asistir. Lo pasamos fenomenal. Claro que nosotros habíamos presentado los curriculums para optar a otra concentración de escalada que se iba a celebrar en Dolomitas. No fuimos los elegidos. Al año siguiente también fuimos a otra concentración, en este caso fue en casa, en Urriellu. También vino Peter y también lo pasamos fenomenal. Pero también nos habíamos presentado para intentar optar a la versión internacional de la concentración, que en esta ocasión era en Crimea.

Peter apretando en desplome
Muros de huecos
 Las dos veces parece que el “seleccionado” fue una persona “cercana” a la Federación. Mamoneos: dudo mucho que tuviera más historial de escalada en roca que nosotros. Pero bueno, esa es otra historia.
El caso es que Peter y yo hicimos buenas migas y después seguimos en contacto por correo electrónico. Ese año yo estaba estudiando en Inglaterra y decidimos quedar para escalar juntos unos días en Italia: primero barajamos Arco, también el Vall Di Mello, para finalmente elegir Finale Ligure.
Finale es una zona mítica de escalada deportiva, situada en la costa mediterránea, presenta un montón de sectores dispersos por las colinas cubiertas de encinas y bosque bajo. Con esta ubicación y buen clima era una opción estupenda.





Para cuando llegué a la estación de tren del pueblo aquella tarde, con horas de retraso respecto a lo planeado, no vi a nadie esperándome. Mochila a la chepa empecé a caminar en busca del camping municipal, no sin algo de incertidumbre. Afortunadamente, ya antes de llegar a la puerta, vi a mi amigo Peter. 
Pasamos los siguientes días en una peregrinación entre sectores, moviendo las tiendas cada día de un sitio a otro, acampando en mitad del monte, en los claros de bosque. A veces nos perdíamos en los trayectos, y acabábamos en mitad del sotobosque, sudando como perros, enganchados en los espinos, maldiciendo y riendo. Escalamos un montón de vías, grado medio casi siempre, para poder conservar yemas (y porque no escalábamos mucho más). Disfrutamos de sectores variados, de sol y de sombra, desplome y placas, de uno y de varios largos.




Mi amigo Peter
Recuerdo estar haciendo una vía de 7a que iba paralela a otra más dura, en la que aparece escalando Gullich en su biografía. Como ya me había pasado antes en Verdon, recuerdo pensar que él y otros lolos habrían calentado en la vía que yo estaba haciendo.
Bañarse en la playa después de un día entero escalando y sudando bajo la mochila también era una experiencia buena.



Los días pasaron rápido. Mis amigos austriacos tenían que volver a casa dos días antes que yo, así que me fui a Milán y estuve por allí de turismo de solanas. Guapa ciudad. Después, me cogí el avión y volví, como dirían los ingleses “overseas”, de vuelta  a la pérfida Albión.



Cuando unos días después de llegar a Sheffield fui a recoger las diapositivas del viaje recién reveladas (un carrete porque la economía estaba muy achuchada), me encontré con la desagradable sorpresa de 36 diapos negras. Había colocado mal el carrete por lo que no había corrido. Ahora había pagado una buena pasta por nada, y encima no tenía ni un recuerdo. Menos mal que Peter me envió una copia de las suyas!

martes, 1 de julio de 2014

La nueva biblia de la deportiva en la Cordillera Cantábrica

Pocas cosas hay que me gusten más que la sensación de escalar en roca. Tan pocas, que me sobran varios dedos de una mano. El hecho de escalar hace que se desprendan estímulos químicos, las endorfinas, que lo convierten en una de mis actividades favoritas. Seguro que esto es similar al efecto de una droga y por eso yo, que salgo poco a trepar, periódicamente tengo mono.
Me gusta mucho el monte, escalar en el monte y el alpinismo, pero la escalada en roca es la base necesaria de este último.
Y la escalada deportiva la mejor base para la escalada en roca.
La deportiva tiene ese componente adicional de seguridad que te permite centrarte en el hecho en sí de escalar (en el gesto que dirían los bloqueros), despreocuparte de otros factores concentrándote en la dificultad, en la plasticidad del movimiento, en la forma de las presas, en las sensaciones…
Si escalar en roca me gusta, escalar a vista es la variedad que más me atrae. Sin duda, escalar a vista es muy desagradecido si buscas la cifra y el grado, sin embargo, para mí es lo más enriquecedor. Para escalar a vista, está claro que hace falta moverse, visitar nuevos sitios, y que la oferta de vías disponibles en el grado en que te mueves siga creciendo (en mi caso el grado está estancado y hasta retrocediendo). Afortunadamente, esta oferta creciente es algo que está garantizado por aquí: el potencial de roca es tremendo y hay un buen grupo de gente que no para de equipar nuevas vías, nuevos sectores, nuevas escuelas completas.
Después venimos algunos como yo, que no aportamos nada al respecto, a disfrutar de su trabajo. Las vías que equipan y que yo luego escalo, me aportan grandes sensaciones y disfrute: se lo agradezco enormemente.
Pero claro, aunque me guste mucho la escalada a vista, siempre es bueno (necesario más bien) disponer de una referencia que te oriente cuando llegas al pie de vía de cualquier escuela.

Primero fue Eduardo Velasco con su guía de Quirós, mi escuela favorita durante mucho tiempo, quien facilitó la información de esta zona.
En los años noventa, con la publicación por Javier López y Alberto Marcos de su guía “Escalada deportiva en Asturias”, muchos pudimos descubrir grandes sitios como Pelúgano o Boyu. No obstante, había zonas muy grandes como Teverga que se habían quedado fuera; estaba creciendo mucho por entonces. En este caso, las fotocopias del grupo de Tino, Raúl, Jose, Josón, Gali y compañía servían bien. Pero las nuevas vías, sectores y zonas completas seguían apareciendo y se complicaba la historia.
Adrados amplió la información al incluir en sus dos versiones de "Cordillera Cantábrica Escaladas Selectas" deportivas tanto de Asturias como de León.
Posteriormente se publicó alguna otra guía que pretendía actualizar la situación, pero que en mi opinión fracasó estrepitosamente, tanto por el formato elegido como por la irrespetuosa forma de publicarla. Esta no la compré.
Las escuelas, los sectores y los nuevos rincones siguieron creciendo continuamente. A pesar de estar en la era de la información y de que en internet se consigue prácticamente todo, no hay nada como tenerlo recopilado en una guía.

Pues bien: acaba de ser publicada la nueva biblia de la "Escalada Deportiva en la Cordillera Cantábrica".



La nueva guía ha sido publicada por Alberto Boza, activo escalador, equipador y promotor de la escalada deportiva en Asturias en las últimas décadas.
Esta guía recopila de forma ordenada, exhaustiva y detallada las principales zonas de Asturias, el norte de León, y la parte de Cantabria cercana a nuestra frontera.
Organiza la información de forma coherente, lógica, gráfica y fácil de manejar.



Por escuela y por sector te describe el tipo de escalada, te recomienda las mejores épocas, las orientaciones, los tipos de pie de vía, los tiempos de aproximación…
Te informa de las condiciones particulares a tener en cuenta en cada zona, que como es lógico existen y es necesario conocer y respetar.
Te dice quiénes han sido los principales equipadores de cada zona, algo fundamental teniendo en cuenta la altruista y enorme cantidad de trabajo, tiempo (¡y hasta dinero!) invertido por algunos. Incluye en varias ocasiones las opiniones de estos, en forma de pequeños artículos: algo que además te da una visión histórica de las cosas.



En esta guía encuentro zonas que desde hace años sé que existen, pero que no he visitado por falta de información, pero es que además aparecen multitud de rincones que ni siquiera sabía que existían…
Está claro que una guía nunca va a tener toda la información, porque esto crece continuamente y sin parar. Sin embargo, en mi caso, con la oferta presentada en esta guía tengo suficiente para esta vida y para alguna más...

Gracias por el curro Boza. Lo disfrutaremos.