LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
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martes, 23 de abril de 2013

Canal Ancha al Friero


Sábado 20 Abril 2013
Pablo Luque
Torre del Friero, 2.448 m, Canal Ancha, 1.000 m, III, 2.


El invierno se había pasado ya, y también casi un mes de primavera consumido para que las condiciones se dieran. Por fin el anticiclón estaba asentado, la nieve estaba helada y lo que tenía que caerse ya se había caído. Todo esto lo sabía gracias a Martín, que el martes había hecho el corredor clásico con Fernando y con clientes. La información es poder.
Organizamos la salida para el sábado con ese mismo objetivo. De camino a Valdeón, algo más de dos horas de coche, nos planteamos otras opciones, pero no cambiamos de cumbre.
En Cordiñanes, a unos cero grados, nos vestimos y seleccionamos el material imprescindible: una cuerda de 8.1 mm, cuatro friends, tres tornillos, un juego de figureros, dos clavos y unas cintas. Hay varios coches aparcados cerca del nuestro susceptibles de ser de escaladores (pegatinas de marcas típicas y tal). Comenzamos la aproximación a las ocho y media de la mañana.



Son las diez menos cuarto cuando llegamos a la base del espolón norte: por encima de nosotros podemos ver a unos cientos de metros a dos tíos parados, preparándose para el corredor. Estaba claro que al menos íbamos a tener a una cordada por encima, y por la calma que se tomaban, previsiblemente a más.
Habiendo hecho los dos la vía clásica varias veces, después de meditarlo unos minutos mientras nos poníamos el arnés y los pinchos, y alucinábamos con cómo se nos quedaban las manos como el cartón, finalmente nos decantamos por la canal Ancha.


La Canal Ancha era otra posibilidad, que siendo más fácil y quizá de menor interés, no conocíamos. En el único parche de sol a nuestro alcance, nos paramos a recuperar un poco la temperatura y mirar el objetivo: desde abajo se ve guapa, larga, serpenteante.




Comenzamos a las diez lo que iban a ser unos cuantos cientos de metros fáciles, con marcas de haber bajado grandes coladas/avalanchas y huellas de gente de días previos. La nieve está totalmente helada y progresamos rápidos. La canal no presenta dificultades más allá del esfuerzo por la pendiente constante, suave pero constante. Algún estrechamiento, algún corte parecido a rimaya en resaltes cercanos a bloques de roca, claramente pelados por los aludes.



Con los gemelos algo más calientes que al empezar llegamos a un collado que nos sitúa en la arista oeste. Nos paramos a comer y beber algo, son las once y veinte. A partir de aquí, las huellas que veníamos siguiendo desaparecen. Tal parece que hubieran destrepado la canal. Para arriba el terreno se vuelve más alpino: unos metros por encima decidimos encordarnos. 




Después de trepar algo entre bloques (creo que aquí nos despistamos un poco), volvemos a coger una zona de corredores muy guapa. En tres largos a tope de cuerda en los que disfrutamos de nieve muy dura, montando reuniones a nuestro aire y encontrando algún clavo intermedio, alcanzamos un pequeño collado de nieve encajado entre grandes torreones de roca. Estamos girando el Friero hacia el sur, obligados por las paredes de las agujas que nos vigilan.




Después del collado esperábamos encontrar un fácil acceso a la cercana cumbre, pero el sol ha hecho su trabajo, eliminando totalmente la nieve: tenemos por encima lo que parece un largo de cuerda entero sobre roca, de dificultad difícil de evaluar. Por debajo, enormes palas de nieve soleada invitándonos a bajar hacia los pueblos, a la vista también. Sopesamos nuestras opciones: es muy temprano, apenas la una del mediodía, nos sobra tiempo para pelear un rato por la cima. Está claro que estamos muy cerca, a escasos cincuenta metros de desnivel: oímos voces de la gente que sale del corredor clásico. Por otro lado, estas mismas palas soleadas luego quizá se vuelvan peligrosas: también están muy marcadas de aludes. Buscamos por dónde tirar, flanqueamos otros dos largos hacia el Este, pero finalmente decidimos iniciar el descenso. Buscando la protección de roñones de roca vamos perdiendo altura rápidamente.





Cuando salimos de la nieve paramos a quitarnos el arnés, los crampones y a comer. Después seguimos hacia abajo entre cotollas. En el tramo final antes del pueblo, “disfrutando” el desbroce en una franja de bosque denso, levantamos a un grupo de cinco o seis corzos a solo diez metros de nosotros. Tremendo.
Llegamos al coche a las tres y media, siete horas desde la salida. Han sido casi mil quinientos metros de desnivel, una vía nueva muy guapa casi completada, y la cumbre casi alcanzada. Son muchos “casis”, pero el disfrute ha sido absolutamente pleno. Otra vía más conocida y recomendable.





A las seis y media de la tarde, sentado en el banco de la piscina, viendo a Javi con sus manguitos en su tercer día de cursillo de natación, se me hace increíble haber vivido todo esto en el mismo día. Definitivamente vivimos en el paraíso.

Gijón 6:00 h
Cordiñanes 8:15 h
Inicio aproximación 8:30 h
Pie Canal Ancha 9:45 h
Inicio canal 10:00 h
Fin escalada 13:15 h
Cordiñanes 15:30 h
Gijón 18:00 h

viernes, 12 de abril de 2013

La Norte de la Palanca

20 Marzo 2004
Norte de la Torre de la Palanca (2.614 m), Vía del Ojal,  IV/3,450 m
Javi Sáenz

La inexpugnable apariencia de la cara Norte de la Palanca

Es lo bueno de escribir las cosas. De otro modo, no recordaría que ya llevaba cinco intentos en inviernos anteriores en los que no hubo manera. Junto con la Peña Santa, el Friero, Cabrones y Cerredo, la Palanca es para mí una de las principales caras norte de los Picos. Y claro, por tanto, deseada.


Letra horrible entonces, letra horrible hoy...
En alguno de los intentos frustrados habíamos llegado a entrar a la vía para darnos la vuelta a los dos largos. En otros simplemente renunciábamos de lejos y nos íbamos a otra cosa: o bien había demasiada nieve, o demasiado poca, o bien estaba blanda, o bajaban coladas de arriba… el caso es que no había manera.
Encontrar compañeros para ir a intentarla también es complejo: la norte en cuestión es de las más remotas de los Picos.


Primer largo, zócalo mixto
La logística casi obliga a dormir en Verónica o cercanías, para al día siguiente remontar hasta la collada Blanca, y desde allí seguir cruzando medias laderas y jous, acercándonos trabajosamente al objetivo. Si sumas las horas, entre las del primer día con el peso del material de vivac, un par de horas, y las del día de la escalada, otras dos más o menos, la lista de gente con ganas disminuye. Juaco, Estivi o Miguel fueron colegas de pateo hasta allí en inviernos sucesivos con respectivos chascos.



Embocando el túnel que da nombre a la vía



El caso es que se trata de una de las grandes clásicas invernales de Picos y yo tenía muchas ganas de hacerla.
La cara norte de la Torre de la Palanca tiene algo de intimidante: su anchura es considerable, bastante mayor en proporción a su altura. Está cortada por varias franjas de roca horizontales que le dan un aspecto inexpugnable: No tiene líneas directas evidentes, aunque luego sí se encuentran pasos para enlazar las distintas campas de nieve que cuelgan intermedias. Desde abajo, sin conocerla, da la sensación de que va a ser una escalada mucho más difícil.


Cascada final del cuarto largo
Hay varias vías de invierno clásicas y otras de roca o de verano que también se podrán hacer invernales. En nuestro caso íbamos a por la de la derecha de la pared, o la del Túnel, llamada así por la formación por la que te cuelas en el segundo o tercer largo, y que te permite empezar a sortear el primer muro de roca con el que te enfrentas. En total tiene unos cuatrocientos cincuenta metros, y como siempre en condiciones invernales, las dificultades pueden variar, pero una referencia sí puede ser IV/3.
Un año más y esta vez con Javi, por fin tuve la suerte de poder conseguirlo.




En esta ocasión tampoco la cogimos en las mejores condiciones: el día antes subimos al Tesorero de raquetas para ver la pared. Al día siguiente, salimos de Cabaña pisando nieve costra. 
Los largos iniciales, hasta el túnel, los hicimos desencordados. Luego, el del túnel y el siguiente, presentaban buen hielo de fusión, con algo mixto en el final de este último. También los largos finales, que tenían planchas de hielo entretenidas que daban un gran atractivo a la escalada. 
Lástima la parte intermedia en la que la nieve estaba algo más pesada de la cuenta.



Planchas heladas en los largos finales
Para alcanzar la arista ya cerca de la cumbre, había que superar una visera cornisada de un metro aproximadamente.
Sales de la escalada andando por una amplia planicie en la que hay que moverse unos cuántos metros para alcanzar el punto más alto, poco evidente. Como siempre que el tiempo lo permite, unas fotos, algo de picar y de beber. Ha sido una escalada rápida, bonita y disfrutona.


Cornisa en la arista






Después, el descenso por la vía normal se realiza hacia el Oeste, es decir, alejándonos de nuestro punto de partida, y añadiendo más distancia por tanto al pateo de regreso. Además, (esto lo sé gracias a la libreta), la nieve estaba horrible y nos fuimos hundiendo todo el rato. Aunque yo, contento por la ascensión no pensaba en esto. 



Javi por entonces ya había hecho esta vía muchas veces, bastantes de ellas en solitario, y seguro que la habrá repetido después otras tantas. Para él se acerca más a rutina de entrenamiento, aunque lo disfruta igualmente. Yo lo pasé fenomenal. Como escribí entonces en mi libreta, por fin la Palanca.


Cabaña 6:30 h
Pie de vía 8:15 h
Inicio escalada 8:30 h
Cumbre 11:00 h
Cabaña 13:30 h

martes, 2 de abril de 2013

Un invierno en blanco

Es irónico, pero el mismo blanco de la nieve, tan ansiado cada año, es el que está haciendo casi imposible disfrutarlo. 
Excepto gente muy contumaz, en lo que a escalar se refiere, parece que pocos han conseguido pillar cacho esta temporada en los Picos o en la cordillera.
El invierno se ha pasado entre borrascas que bajaban la cota de nieve casi a ras de mar y cortos periodos de viento sur intercalados. No ha habido anticiclones por el medio. Han sido muy pocos los días de azul en estos tres meses. Menos aún los que yo he podido disfrutar en el monte.
Esto llega a cansar al más paciente.
La semana santa no iba a ser distinto. La previsión horrible: precipitación generalizada. El sábado daban casi veinte litros. Los planes se venían abajo, pero finalmente decidimos ir a Soto de cualquier modo. 



Tal y como anunciaban, el sábado cayó agua a dolor. Por la tarde, en los pocos claros que hubo, salí con Javi a ver lo fuerte que bajaba el río, los potentes chorros de la fuente, así como la perfecta adaptación al medio de algunos elementos locales, por adversas que sean las condiciones. Como mandan los cánones, volvimos a casa con más barro del recomendable. El resto del tiempo se pasó entre atizar la chimenea, vigilar la calefacción, canciones y juegos varios con los niños.


Al anochecer despejó y empezó a enfriar bastante. Las estrellas anunciaban una buena helada. 
Por la mañana madrugué en parte obligado por las demandas de desayuno y en parte por las ganas de dar un paseo.
A las ocho y media salí a por mi enésima ascensión a Beza (la n -2 o n-3 en solitario). Voy en zapatillas, en la mochila las botas, los crampones y un piolet.


A los diez minutos de salir, unos diez metros por encima de mí cruza veloz un corzo, estas cosas siempre me gustan. Poco después me tengo que parar a poner las botas, la nieve ya tapa la pista.
La cuesta, como siempre se hace valer.
Casi llevo una hora cuando debajo de la Canal de Misa me pongo los crampones y saco el piolet: la nieve está dura y el ángulo ya lo recomienda.
Una vez en la arista, la cuesta sigue, pero ahora se hace más entretenida entre el trabajo de crampones y buscar el mejor itinerario por pequeños corredores entre los espolones de roca. La nieve está totalmente helada y apenas dejo marcas de mi paso.


El tramo final está precioso; hacia el sur se forman onduladas cornisas. Distraído con los detalles llego a la cumbre redondeada, sin rastro de la cruz cubierta por la nieve. Las vistas a los Picos son tremendas. Mientras descanso (los mil metros de desnivel no son gratis) y como algo, un solitario buitre me sobrevuela, observándome intrigado.

El espectacular perfil de sierra del Cornión
Después de cinco minutos disfrutando, inicio el descenso. Bajo ahora hacia la normal, al norte: no me veo destrepando alguno de los tramos de antes. Aún siendo esto más fácil, tengo que prestar atención a los pasos y afianzar las pisadas en el embudo helado que voy bajando. El potencial tobogán es enorme.
El resto de la bajada fue tranquila. En la parte baja la nieve estaba mucho más blanda que al subir.
Llego al pueblo algo antes de las once y media, sin haber cruzado a nadie excepto una pareja casi ya entre a las casas.
Aunque el paseo es repetido, siempre es diferente: estoy contento. Cramponear nieve crujiente, la cumbre sólo para mí, las vistas espectaculares... 
No pierdo la esperanza aún de poder subir al monte y disfrutar de algún corredor en las próximas semanas.