LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
DONDE ESCALAR, ESQUIAR, PEDALEAR, CORRER, CAMINAR...
DONDE LOS AMIGOS, EL ESTILO Y LAS FORMAS CUENTAN, Y MUCHO

miércoles, 24 de octubre de 2012

Combinada otoñal por Picos

Sábado 13 Octubre 2012
Salida ciclo-escaladora a Picos
Pablo Luque
Nando del Pozo
Peña Vieja, 2.613 m, “Espolón don Valentín” 600 m, un paso de V/V+



Se define el hombre del Renacimiento, o erudito, como una persona que es experta en varios campos o disciplinas múltiples, y que tiene una amplia base de conocimientos. El hombre del Renacimiento por excelencia fue Leonardo Da Vinci, quien fue un maestro de arte, un ingeniero, un experto en la anatomía y que también lleva a cabo muchas otras disciplinas con gran éxito y aplomo: "...el artista en este contexto social no debe ser un simple artesano, sino un intelectual preparado en todas las disciplinas y en todos los terrenos".
A los efectos, y en lo que a mí respecta, esta excelencia me queda muy lejos. Para mí se traduce más bien en “aprendiz de mucho, maestro de nada”, o también, “el que mucho abarca, poco aprieta”. Las dos me aplican.


La idea fue mía. La ociosidad es la madre de todos los vicios. A uno, que le pican varias disciplinas, y que no tiene tiempo para atenderlas a todas convenientemente, pues busca la forma de combinar. Si a esto le sumas que tienes amigos que se apuntan a un bombardeo (estos no sé si son del Renacimiento, del Barroco o del Jurásico…), en realidad no es difícil meterte en estas cosas. “¡Vaya refalfiu  que tenéis!”, que diría mi abuela.
Por fin está llegando el otoño. Después de una sequía tremenda, la previsión del tiempo empezaba a cambiar. El fin de semana era de tres días, pero sólo el sábado parecía dar opción, así que para ese día nos coordinamos.



Llevar bicicletas complica la logística en el coche, pero no arreglamos bien. El trayecto hasta Sotres pasa rápido mientras charlamos. Al bajarnos en la Curvona, la temperatura es fresca. Nos redistribuimos el material y comprobamos que las mochilas pesan parecido: mucho para pedalear cómodos, pero a esto hemos venido. Son las nueve cuando, después de hinchar alguna rueda y los ajustes finales arrancamos por la pista dirección a Aliva.
El primer tramo es cómodo, bastante llano, con buena pista. Fresnidiello aparece por entre las nubes totalmente chorreado de agua de arriba abajo, pero confiamos que la cosa vaya secando. A partir de las Vegas de Sotres, la pista pica arriba de forma intensa y la mochila se hace muy presente, sobre todo en los lumbares. Pesa lo suyo, pero es que claro, llevamos cada uno una cuerda o material, arnés, gatos, las zapatillas para caminar, comida, algo de ropa… Seguro que ronda los diez kilos.
El día va levantando, la luz aumenta, y las nubes también parece que se disipan. Por entre ellas vemos la caliza alta del Oriental y está seca. Yo tengo confianza en que vayamos a tener suerte. Los tramos de cuesta se alternan con otros más suaves. Paramos a reagruparnos de vez en cuando.



Superamos la portilla entre provincias, la piedrona de la llomba del Toro, y por fin vamos encarando Aliva.
El tiempo pasa, superamos el hotel, y para cuando llegamos al Chalet Real, entre paradas y demás, casi llevamos dos horas desde que empezamos: son nueve kilómetros, y más de setecientos metros de desnivel.
Ahora toca escalar: nos cambiamos de ropa, de zapatos, candamos las bicis y salimos dirección a la pared de Peña Vieja. La suerte se tuerce y por un buen rato estamos envueltos en una densa niebla. No vemos nada. Menos mal que el terreno es conocido, y al cabo de unos minutos estamos encordándonos en el pie de vía. 



Hemos elegido una escalada nueva para los tres, el “Espolón Don Valentín”. Se trata de un recorrido fácil, con tramos largos de trepada en III, y unos cinco o seis largos de escalada en IV y algún V aislado.
Son casi las doce cuando empezamos a escalar. Arranco yo delante buscando el recorrido lógico y ayudándome de una excelente descripción sacada de Foropicos. 



Paso la primera reunión (relativamente pronto) y sigo para arriba. Mis compañeros ensamblan unos metros hasta que llego a la segunda. Seguimos con esta dinámica por otros dos largos más, muy fáciles y por terreno poco atractivo hasta llegar a un hombro en la base de las tiradas de canalizos. Es la cuarta reunión del croquis, la tercera para nosotros.






La niebla ha seguido envolviéndonos, pero parece que el día va a despejar. La temperatura es buena para trepar con un forro fino. Para ahorrar tiempo, me siguen cediendo la cabeza de cuerda, así que sigo delante ahora por largos de excelente caliza y escalada agradable, donde de cuando en cuando aparece una reunión con clavos, o un clavo y un espit, generalmente en lugares cómodos. 






Los tres largos de canalizos, bonitos, nos dejan de nuevo en una zona de transición. Son dos tiradas largas, primero a la izquierda y luego a la derecha y con ensamble incluido, que nos dejan enfocados a los gendarmes del espolón de los Franceses. Aquí podríamos unirnos a esa vía sin ningún problema: me queda claro como me venían comentando Luque y Nando que la nuestra es un buen escape a Franceses si es necesario, ellos lo han hecho varias veces.



Tenemos un poco por encima el largo más difícil de la vía: otros treinta metros más de terreno fácil y monto la reunión justo al comienzo de la sección que aparenta más difícil, un pequeño embudo amarillo vertical. Monto reunión con un clavo y un puente de roca aseguro a los colegas, que vienen charlando sin parar, como desde el comienzo de la vía.



El comienzo del largo 12 (según el croquis) obliga a pensar más para colocar seguros, con un par de movimientos aéreos, de V+, salgo de nuevo a terreno fácil. Ha sido un paso aislado. Estiro la cuerda hasta una terraza cómoda donde monto reunión, aquí no hay nada. A la derecha está el largo de salida y el final de la vía.

Llegan los cicloescaladores y vuelvo a tirar el largo 13 según el croquis y 11 para nosotros. Estamos ya en el terreno de cresta de Peña Vieja. Hemos tardado unas tres horas y poco en la vía. Yo me desencuerdo, mientas que Nando y Luque siguen en ensamble. Sentado en el filo, comiendo un bocado, observo la progresión de mis amigos: el ambiente tan espectacular como siempre. Una pasada.



La arista se hace larga, pero finalmente, después de dos pequeños rápeles, hacemos cumbre. Son las cinco menos diez de la tarde, unas cinco horas desde que empezamos en el pie de vía.
Disfrutamos la cumbre unos minutos, acompañados por una descarada chova que come de la mano.



El descenso yo quiero hacerlo por la canal del Vidrio, que mis compañeros no conocen. Está despejado así que después de algunas dudas, decidimos ir por ahí, ahorrando tiempo respecto a la normal de Peña Vieja hacia Fuente De. 


El Vidrio, la mina, Aliva, la Llomba y Sotres
Paisaje espectacular de Picos, bajo una luz increíble las paredes del cordal de Juan de la Cuadra. Luque está fuerte y va tirando de nosotros: yo noto el poco ejercicio de los últimos meses, voy cansado.





En la parte final de la canal el paisaje es un poco tétrico, opresivo: pasando  por entre restos metálicos de las instalaciones de la mina de las Mánforas, vamos imaginando la durísima vida, cercana a la esclavitud, que seguramente llevaba la gente que aquí trabajó.
En poco más de una hora estamos preparándonos para coger de nuevo las bicicletas. El sol hace rato que se fue, se está levantando el viento del atardecer y la temperatura cae. Con los chubasqueros puestos comenzamos el descenso. Todo el sufrimiento de la mañana lo vemos ahora recompensado: no hace falta dar ni un pedal.









Tras una breve parada en el hotel a tomar una coca cola, retomamos la pista. Vamos solos, excepto algún caminante aislado y algún todoterreno, el paisaje es todo nuestro. Subidos sobre la morrena central de este valle glaciar, veloces, recorremos los kilómetros de vuelta al coche. A las siete y media, con la luz en declive, llegamos al coche, contentos por la actividad, satisfechos por lo completa, original y redonda que ha quedado. Volvemos a casa pensando ya en la siguiente.



Gijón 7:00 h
Curva Sotres 9:00 h
Chalet Real 11:00 h
Pie de Vía 11:50 h
Fin de Vía
Cumbre 16:50 h
Chalet Real 18:15 h
Curva Sotres 19:30 h
Gijón 20:45 h

Resumen
Bicicleta: Sotres-Aliva 800 metros aprox
Escalada + Arista: 800 metros aprox
Desnivel total 1700 aprox

domingo, 14 de octubre de 2012

Pedaleando en el paraíso


Sábado 16 Junio 2012
Intento “Travesera de Redes” versión BTT
Nando del Pozo


Me quedaba un cartucho. Uno solo. La fecha estimada se acercaba y ya no podía estirar más la goma. Mi intención habría sido escalar algo por Picos, pero la verdad es que el tiempo inestable de las últimas semanas no lo había permitido, y el previsto no invitaba a hacerlo con garantías. En estas circunstancias, la bicicleta de montaña era la mejor opción.
El compañero habitual de las últimas andanzas en bici era Nando, así que con él me planteé el cierre de mi temporada pre-bebé con una salida ambiciosa, como no podía ser de otra manera: inspirados en la jabatada de Alberto y sus colegas unas semanas antes, la Travesera de Redes versión BTT empezó a tomar forma (una versión sin duda más Light que la suya).
Se trataba de recorrer varias zonas de la reserva de Redes, enlazando valles y majadas, para abarcar lo máximo de su territorio en un día. Las limitaciones las marcaba nuestro físico (concretamente el mío, porque Nando va muy fuerte), pero también teníamos que unir zonas que no controlábamos del todo. El recorrido lo iniciaríamos en la Encrucijada, a menos de 650 metros, para empezar bien desde el principio con las tremendas rampas de subida hacia la Infiesta y la Felguerina (900 m aprox). De allí remontaríamos con dirección al lago Ubales, hasta la Collada de la Canalina (1563 metros), para pasar de allí a Mericueria (1350 m), Brañagallones (1200 m), Bezanes (658 m), volver a subir a la Majada el Xuaco (1204 m), Collada Capiella (1439 m), para enlazar con el camino que viene de Melordaña y de ahí a Orlé, Campocaso, y vuelta hasta la Encrucijada. El resumen estaba en torno a los 55 Km. y el desnivel aproximado sobre los 2000 metros. Nada, un paseo…


No somos gente tecnológica (y lo pagaremos), así que no llevamos GPS, ni track ni wilkiloc ni nada. Vamos a la antigua, con un mapa fotocopiado con el recorrido marcado a mano. Entre los dos conocemos más o menos todo, aunque por algunas zonas yo hace muchos años que no paso y por otras no lo sé. Nando parecido. Tampoco sabemos si habrá tramos grandes no ciclables. Un poco de aventura en la vida siempre viene bien.


Madrugamos. El día, tal y como lo anunciaban, arranca dudoso, con nubes gruesas que cubren las crestas. Alguna gota se ha escapado mientras veníamos en coche. En la Encrucijada, después de equiparnos, salimos poco a poco por la carretera, remontando lo que va a ser un buen desnivel. De la Felguerina para arriba, se termina el asfalto y tomamos una pista con buen firme, que sigue castigando con rampas muy duras alternadas con rampas duras (estas para relajar). 


A ratos voy tan despacio que cuesta mantener el equilibrio.
Me fuerzo a dosificar, y en un par de repechos concentrados echo el pie a tierra por unos metros: no compensa forzar el “encadene” del tramo, sabiendo lo mucho que hay por delante. Pienso en las escaleras de los glaciares en las expediciones frente al enorme reto de la montaña completa.


La pista serpentea por el cordal arriba, el paisaje es espectacular. Vengo todo el rato detrás de Nando, que tira de mí, aunque menos de lo que él podría. Por fin alcanzamos la collada Vallegu, que nos da vista hacia la vertiente de Aller, por encima de nosotros la sierra de Corteguero. Desmontamos, comemos y bebemos. Encima de nosotros se intuye la cuenca del lago Ubales, a donde no vamos a subir, sino que cortaremos a media altura hacia la braña de Mericueria. El corte “a media altura” consiste en otras enormes cuestas arriba, por una pista que combina enormes y afilados cantos en los que rebotar, con la trampa de la blanca arena de cuarcita, que te agarra al suelo como un freno de disco apretado a dolor. También hay cortos tramos de bajada, en los que las sensaciones son igual de intensas: rebote por los cantos, y hundimiento en la arena…


El cielo deja caer algunas gotas, las nubes siguen cubriendo incluso sierras bajas como la de Braña Piñueli, y dudamos de nuestras posibilidades de completar el recorrido si el día sigue así.
En la collada de la Canalina (1.563 m) rodeados de arbustos de erikas de vivos colores, por fin comenzamos el descenso hacia los mullidos prados de Mericueria. 




Vamos disfrutando el paisaje, el recorrido y el esfuerzo. Bajar siempre es más fácil: los frenos trabajan con intensidad por primera vez en el día. Después de la braña nos metemos en el bosque, la oscuridad nos envuelve en la densa selva de esbeltas hayas, que se elevan buscando luz. Aquí ciclar es un placer, sendero estrecho serpenteando en bajada por la ladera boscosa. Nos alternamos delante, nos sacamos fotos, disfrutamos del silencio.





El camino por medio del bosque se ensancha y el llano vuelve, paramos a comer de nuevo. Una lluvia fina cae sobre nosotros, aunque la temperatura es muy agradable. En mitad de este paisaje de cuento, a escasos cincuenta metros, un corzo pasa saltando. 


Arrancamos de nuevo ahora en falso llano, sube-baja, hacia Brañagallones. No sin esfuerzo la alcanzamos, y de nuevo, como tantas veces, nos extasiamos con lo que se ve y lo que se siente en este sitio espectacular.
Hay algo de ganado, vacas y caballos. Muy poca gente.


De aquí a Bezanes tenemos una bajada de varios kilómetros, por buena pista. Vamos rápido, no tanto como para no hablar, pero sí lo suficiente como para sorprender a una hembra de venado y su cría que también cruzan nuestra pista asustadas.
Llegamos a Bezanes con los discos calientes: por sus calles hay abundante gente vestida de domingo, suenan gaita y tambor, nos acercamos a curiosear: hay comuniones. Tirados en un banco comemos y rehidratamos. 


Estamos en lo que podría ser el final de una muy buena excursión de BTT, pero nuestra propuesta aún sigue por bastantes kilómetros y metros de desnivel. Me noto cansado, aunque todavía con reserva para seguir. Dice Mark Twight que la cabeza se adapta a las circunstancias: que al llegar a cumbre después de una vía de 600 metros estás cansado, pero que después de 600 metros similares de una vía de 1000,  no tienes la misma sensación, porque la cabeza sabe que tienes que seguir.


Consultado el mapa confirmamos por dónde debemos abandonar la carretera de Tarna: en una curva después de un puente arranca una pista de inmaculado hormigón blanco; mala señal, nadie hormigona porque sí (aunque con fondos mineros se han hecho cosas muy raras). Efectivamente, desde el primer metro impone un desnivel duro, a ratos muy duro para mí. Por varios kilómetros remontamos entre los árboles y cabañas.


En varias ocasiones me bajo de la bicicleta, ya sea para descansar o para empujarla. Nando me espera, pero claramente podría seguir tirando. Nos estamos acercando a la niebla, que envuelve la sierra que nos rodea.
Cuando alcanzamos la majada del Juaco, estamos totalmente inmersos en la nube. No se ve nada. El camino aquí se desdibuja por entre los helechos. Mirando el mapa, indecisos, decidimos tomar lo que parece nuestra dirección. Caminando ahora con la bici de la mano o al hombro (demasiado estrecho, demasiadas piedras) vamos cruzando dos regatos que nos tienen descolocados. Durante media hora estamos moviéndonos alante y atrás sin tener claro hacia dónde vamos: finalmente nos parece que esta es la dirección del Collao Campigüeños. Vamos mal. Tenemos que dar la vuelta. 


Al llegar de nuevo al Juaco, hemos perdido más de una hora. La energía ya limitada (a mí se me va a encender la luz de la reserva en cualquier momento) y a la incertidumbre de la niebla que persiste, nos decide a emprender la retirada. En estas estamos cuando por encima aparecen dos parejas caminando. Vienen del Collao Capiella nos dicen: bien, es nuestro camino, aunque nos confirman que durante un buen rato no es ciclable, lo vamos a intentar. Llevamos ya otros veinte minutos cuesta arriba bici al hombro, abriéndonos paso entre los arbustos, cotollas y helechos, yo parándome cada veinte pasos a  recuperar el aliento, estilo ochomil. Me empiezo a notar vacío: la sensación la conozco, la pájara me ronda. Suelo saber cuántas pedaladas me quedan dentro. No quisiera acabar tirado en el suelo, mareado, desfondado y sin apenas nada de comer en la mochila. Le doy una voz a Nando, que va un rato por delante. Abortamos la misión.


De vuelta en la majada, retomamos la pista, ahora hacia abajo. Es increíble la cuesta que hemos subido. Cuesta dominar la velocidad. Los discos cantan calientes. Pasamos a las dos parejas. En un rato estamos en la carretera de Tarna. Ahora todo es fácil: me queda agachar la cabeza en los kilómetros que nos faltan: Bezanes, Soto de Caso, Campocaso, y de allí a pasar los túneles hasta el desvío de Caleao y el tramo final, subiendo levemente, llegar a la Encrucijada.
El recorrido en retirada en realidad fue más largo en kilómetros que lo que nos quedaba por nuestro trazado objetivo, pero menos duro y mucho menos inquietante.


Una retirada más en el año. La aventura sólo empieza cuando algo se tuerce: es lo que pasa cuando uno busca sus límites. Queda pendiente para la próxima temporada. Puliremos el recorrido y volveremos (yo espero que más fuerte).