LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
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lunes, 21 de mayo de 2012

Escalando en el Frailón, el Tepuy cantábrico

Martes 15 Mayo 2012
Martín Moriyón
El Frailón, “Frailecillo lolillo”, 400 m 7a+/b



Cinco meses sin escalar en roca ni una sola vez, no me echaron atrás para aprovechar la buena previsión meteorológica para los Beyos.

Martín había estado con Fernando en la misma vía tan solo cinco días antes, pero nuestro plan ya venía del año anterior, cuando por motivos variados no lo llevamos a efecto. Esta vez yo no quería que se me escapara por unas excusas tan baratas como mi absoluta falta de forma (soy muy osado), o que Martín tuviera aún agujetas de esos mismos largos y aproximación (va a convertirse en habitual de la zona)…

La tapia, 400 metros sin apenas repisas
Diecisiete años atrás, en 1995 (tela!), y más o menos por estas fechas, me retiraba con el Maestro Miguel desde el largo 7 u 8 de la “Animal Caliente” en un intento frustrado por repetirla. Una vía seria, de alpinismo: habíamos liberado varios de los pasos de artificial por debajo, pero en este punto ninguno de los dos fuimos capaces a pasar, ni en libre ni en pedales, y nos retiramos chafados, rapelando desde cordinos dudosos. Por aquel entonces, la noche anterior vivaqueamos encima de un búnquer de la guerra, a mitad de camino en la aproximación.
No había vuelto por la pared y ya era hora.
Tiempos modernos, estrategia diferente: en el día desde casa, una cuerda simple de 80 metros, 18 cintas express y reparto de largos en función de las condiciones de cada cual. Objetivo: pasarlo bien en una vía de deportiva en pared. "El frailecillo lolillo" (me estoy haciendo viejo). ¿Objetivo logrado? Totalmente.

El madrugón no cuesta cuando llevas tiempo sin salir de monte. Aunque hablamos a menudo, hacía tiempo ya que no salíamos juntos, así que en el trayecto en coche nos vamos poniendo al día.


Una vez aparcados, sin pérdida de tiempo nos repartimos las cosas y nos metemos en la selva. No hace falta irse a Venezuela para tener la “sensación Tepuy”: la lluviosa primavera ha hecho efecto y la vegetación de alta densidad oscurece el cielo, hay humedad en el aire, en la ropa y en los zapatos, todo está pingando, y la amenaza constante del ataque de fauna autóctona agresiva: garrapatas y culebras (de estas yo no vi, pero Martín y Fer vieron varias el viernes anterior). Todo esto amenizado por la visión por entre los árboles de tapiones espectaculares, tanto nuestro objetivo como otros de alrededor. En la segunda parte de la aproximación, el camino de jabalíes por el que veníamos desaparece y ahora remontamos un pedrero incómodo. En una hora y cuarto estamos al pie de los dos enormes tilos que marcan el inicio de la vía: la pared es una pasada.
Mientras sacamos los trastos, nos damos cuenta de que la temperatura está baja: al parar nos vamos enfriando, y con la mojadura de piernas y pies, nos vamos quedando fríos. Comemos y bebemos un poco para arrancar ligeros: un litro de agua para los dos, y unos cortavientos son el contenido de la mochila minimalista que llevamos a la vía.
Con las manos y los pies tiesos de frío trepamos sin cuerda el primer largo: un zócalo de unos treinta metros para el que el croquis marca IV, y que seguramente tenga algún paso de ese grado. 

Largo 3, 6b+ sobre carbones
Esquivando los macizos de hierba empapada de las terrazas llegamos a la primera reunión. Empiezo yo delante, por ser el largo número dos de los más fáciles: 6a+. Casi cincuenta metros de escalada plaquera con los característicos carbones de la pared. Los seguros son parabolts impecables a distancia normal de escuela. Llego a la reunión con las manos y los pies aún fríos y con el tacto como si fueran de madera: no sabes si coges o no, no sabes si apoyas bien o no... 


Martín llega veloz y vuelvo a tirar delante yo en el largo tres: treinta metros cotados de 6b+ y que me terminan de espabilar con pasos muy guapos y técnicos de equilibrios entre carbones y adherencias en lomillos: buenísimo.

Martín en "La cara", Largo 6, 6c/c+
Por encima el muro se pone más tieso, y así lo indica el croquis: una tirada corta de 6c+ seguida de otra de 6c, que nombra el “diedro de los carboncillos”: Martín enlaza los dos largos en uno, estirando unos cuarenta metros alucinantes, con una calidad de roca y de movimientos increíble. Para empalmarlos con las dieciocho cintas que traemos, tiene que saltarse algunas chapas, que ahora están más cerca entre sí que antes, a veces sorprendentemente cerca (nos da la sensación de que sobran algunas).  De segundo, a pesar de la falta de forma, consigo encadenar: primero apretando en los primeros metros más aleatorios, disfrutando luego el tramo intermedio y finalmente llegando bastante inflado a la reunión, flipando con la calidad de la escalada. Nos parece que los dos juntos sí sumarán 6c+.


A ambos lados vemos reuniones y seguros de las vías vecinas: la “Manuel Álvarez” a la izquierda y “El Sella” a la derecha. Si bien el corte de escalada y la dificultad técnica pueden ser similares, la sensación sin los parabolts tiene que ser mucho más intensa.
Vuelve a salir Martín a por otro largo marcado de 6c/6c+ de unos treinta y cinco metros, nombrado en el croquis como “la cara”, entendemos que por las formaciones que tiene la roca, techitos y bandas, que desde lejos deben de recordar una. La escalada vuelve a ser inmejorable, vuelvo a conseguir encadenar de segundo, pero vuelvo a llegar bastante cargado a la reunión. Creemos que quizá está bien en 6c.
Los buitres aprovechan la térmica que se empieza a generar y planean por encima de nosotros. De repente, despega uno de un nicho a la derecha de la línea de nuestra vía y aún bastantes metros por encima.

Por fin la cosa afloja un poco y me pongo delante de nuevo, empalmando ahora dos lardos de 6a y 6a+ que unidos dan casi setenta metros, y para lo cual tengo que economizar el uso de las cintas, y a veces destrepar a recoger alguna cuando ya he puesto la siguiente. La pared es tan abierta y uniforme que el roce no es alto y nos permite estirar bien. Un placer de escalada. Mientras aseguro a Martín, el sol por fin llega a tocarnos. Hasta ahora hemos estado en sombra y la temperatura sigue fresca: en alguna reunión nos hemos puesto la chaquetilla para asegurar.



El jabato sale motivado para encadenar la siguiente tirada, que el otro día no le salió a vista. Vuelve a ser el empalme de dos largos: el primero de 6b+ y el segundo de 7a+/b: unidos queda un contundente 7b de cincuenta y cinco metros tiesos que remontan el headwall. Martín aprovecha un par de empotres de rodilla como únicos puntos de reposo intermedio (para mí poco claros). El sol está justo en el perfil y le va pegando en la cara, molestando bastante la lectura de secuencia de pasos, pero cuando uno va sobrado se nota. Llega a la reunión totalmente fresco. 

Buitres y supertirada de Martín largos 9 y 10, 55 metros, 7b
Ahora me toca seguirlo, empiezo lo que es el largo 9, 6b+, con ganas, pero voy notando la pesadez de los brazos. Consigo llegar a la altura de la reunión y superarla en libre hasta un supuesto reposo. Suelta un brazo, meneo, cambio, suelta el otro, meneo, cambio, repito, repito, repito… la sensación no mejora mucho. Continúo hacia la fisurilla de empotres que da acceso a la travesía oblicua, pero ya no puedo más y me cuelgo por primera vez de una chapa. Una vez me cuelgo o acero, continuar en libre se hace muy difícil. Con los antebrazos congestionados alterno presa en roca con aluminio de mosquetón: ahora sí agradezco la cercanía de las chapas, aquí están realmente cerca entre sí. La tirada es espectacular.



Vuelvo a llegar a la reunión con una buena inflada, pero me toca tirar y el largo por encima tiene una pinta buenísima: son treinta metros de placa de 6b. Afinando los pasos y aprovechando los cantos que me dejan recuperar, voy concentrado para no cometer errores: el muro es simplemente perfecto.

Largo 11: inmejorable escalada en placa
Se empieza a intuir la cumbre, pero aún nos falta: por encima de mí se levanta otro largo de 7a/a+. En cuanto llega Martín arranca a por él: son movimientos técnicos de equilibrios, adherencias, y romos: resuelve a vista sobrao. De nuevo tiene un exceso de chapas algo extraño. Cuando me toca turno, vuelvo a apretar hasta donde puedo, pero el paso clave me obliga a colgar a reposar: es muy guapo.




Estamos a unos treinta metros de la salida, y aún queda otro largo de 6c, pero según información reciente, parece que ha habido un problema con la última reunión y que no hay descuelgue. Mientras echamos un trago, nos pensamos si seguir igualmente o no. Es temprano, apenas las tres y media, así que hemos ido rápidos y tenemos margen. Finalmente decidimos dejarlo y empezar los rápeles desde aquí, la reunión 12, a unos 360 metros del inicio.

Ambientazo de pared, el Sella serpentea al fondo

Los rápeles son aéreos, como dicen los franceses con mucho gas detrás del culo: los dos bajamos con Shunt. En el tercer rápel pasamos por la zona volada a la altura del 7b, y en el nicho del que antes vimos salir un buitre, hay un solitario pollo de plumón blanco, recogido sobre sí mismo.


Al no haber apenas terrazas, ni bloques, ni espolones o cambios de ángulo, la cuerda prácticamente queda extendida al lanzarla, y también recupera muy bien. Todo esto ayuda a que, a pesar de ir con sólo una cuerda, en menos de hora y media estemos de vuelta en el suelo junto a los tilos.
Sorprende el buen estado de las manos después de una vía tan larga; se nota el no haber tenido que cacharrear ni empotrar apenas en agujeros o fisura.

Excelente croquis de los equipadores
La bajada de charleta animada, igual que el trayecto de vuelta a casa.
Estamos muy satisfechos de la escalada: yo sólo lamento no haber venido un poco más en forma para haber disfrutado más en los largos difíciles. La próxima vez intentaré que así sea.
La vía es una pasada, para volver a repetirla: parece increíble conseguir semejante paño de roca perfecta (no hay nada roto en ningún lado), con esta longitud (casi 400 metros), sin cruzar ninguna otra vía existente y con una aproximación relativamente corta. Nos emplazamos a volver a la vía, y quizá también para intentar alguna otra de las vecinas.

Con Martín como siempre, un placer. Esta semana es su cumpleaños: treinta primaveras, como diría Javi, “¡¡¡puretilla!!!”

Gijón 5:30 h
Aparcamos Los Beyos 7:15 h
Inicio Aproximación 7:30 h
Pie de Vía 8:45 h
Inicio Escalada 9:00 h
Fin Vía/Inicio rápeles 15:30 h
Pie de Vía 17:00 h
Inicio Descenso 17:15 h
Coche: 18:15 h
Gijón 20:15 h

Largo 1 IV, 35 m, sin cuerda
Largo 2 6a+, 47 m, yo
Largo 3 6b+, 30 m, yo
Largos 4+5 6c + 6c=6c+, 15 + 25 = 40 m, Martín
Largo 6 6c, 35 m, Martín
Largos 7 + 8 6a + 6a+=6a+, 30+35 =65 m Yo
Largos 9 + 10 6b+ + 7a+ =7b, 25 + 30 = 55 m, Martín rotpunkt
Largo 11 6b, 30 m, yo
Largo 12 7a/a+, 20 m, Martín a vista
Largo 13 6c, 40 m, no lo hacemos por caída bloque y falta reunión descuelgue.

viernes, 11 de mayo de 2012

Actitud positiva desde el dique seco



El cielo de las últimas semanas nos tiene en el dique seco.
Tiene bemoles la expresión de estar en el dique seco con la que está cayendo de agua. Las alternativas de actividad con el tiempo libre restringido a los fines de semana se reducen bastante: si bien ha habido sol algunos días sueltos, casi todos los he visto desde la ventana de la oficina.
En este tiempo (que espero ya vaya concluyendo) he aprovechado para entrenar un poco y para las únicas opciones de aire libre que me parecían merecer la pena: el búlder en la playa los pocos días secos y la bicicleta de montaña por los alrededores de casa. 

Secuencia de magnesios en la travesía clásica del Piles
Con la bicicleta ni siquiera me he aventurado más lejos, porque aunque la btt se deja hacer aunque te llueva algo encima, la cota de nieve en torno a los mil metros que hemos tenido muchos días, no invitaba a acercarse a la cordillera.




Las salidas han sido variadas en destinos, en horarios y en compañía. Así el Picu Sol acompañado y solo (con pérdida boscoso-exploratoria incluida), las pistas de la zona de La Ñora, el Fario por Caldones o por Rioseco y Cuatrojueces, también acompañado y solo. Entre una hora y media unos días y casi cuatro otros. Unos veces volví a casa pingando, otras pocas seco, y la mayoría con un tapizado de barro de los que generan gritos al entrar en casa, y no de júbilo precisamente…


Fue una de estas ocasiones, el pasado domingo, cuando nos juntamos Nando, Brojos y yo. No nos vemos muy a menudo, pero el conocerse desde hace bastantes años hace que la confianza de trato sea inmediata. Nos miramos de arriba abajo y nos felicitamos de seguir tan bien como siempre.
El recorrido planteado, un clásico: hasta Deva por la senda Peñafrancia, subida a la Olla por el camping, a Monte Deva por el cementerio, valle de Rioseco hasta el fondo, subida a la peña Cuatrojueces y de ahí al Fario, para bajar luego por el bosque de pinos, la Llomba, Santurio, Vega y vuelta a Viesques por la senda junto al río.


La Peña de los Cuatro Jueces

En total unos 37 km aproximadamente, más del 90% sobre tierra, con un desnivel positivo cercano a  los 700 metros y el acumulado ligeramente superior. Tres horas y media.
El cielo aguantó azul la mañana, la luz aún mantiene esa nitidez invernal a pesar de lo entrado de la estación, y nos encontramos menos barro de lo que esperaba.
Saboreamos el espectacular paisaje con los cinco sentidos (a veces de forma explícita, con el barro en la boca…): todo un lujo junto a casa.


Sin ser ciclistas dedicados ni mucho menos, disfrutamos igualmente de las sensaciones.
Lo mejor del día las conversaciones variadas (cuando la cuesta lo permitía), las pullas intercambiadas (estas se sueltan incluso con el hígado escapando por la boca), el cachondeo y buen ambiente compartido. Pero sobre todo, la conclusión recordada por Brojos y con la que comulgábamos los tres: la importancia de la actitud con la que nos enfrentamos cada día a las cosas.
Cuánto cambia todo (para mejor) si nos aproximamos desde el lado positivo. Conviene recordarlo para no ahogarnos en un vaso de agua, o para que al menos, la lucha sea más llevadera.

En la vida, casi siempre cuenta más la Actitud con C que la Aptitud con P.