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miércoles, 5 de mayo de 2010

Espolón Frendo - Junio 2003


Javier Sáenz
Junio 2003

La Meteo daba buen tiempo y el caso es que la lluvia no deja de sonar sobre la tienda y la luz es bastante mortecina a pesar de ser casi mediodía. Lo peor va a ser que vamos a pasar hambre… sí, a pesar de estar en el Plan de l´Aiguille, habiendo subido en teleférico, y sabiendo que bajaremos de nuevo por aquí, que podríamos haber subido comida para dos semanas, con nuestro afán de aligerar nos hemos pasado, pero nos hemos pasado por la comida. Como diría un ex-ministro “manda huevos”.

Cuando anoche sonó el despertador a eso de las dos y media, nos pusimos en movimiento: vestirse, preparar algo de desayuno, comprobar las mochilas, “bien, todo listo para empezar”. De repente un trueno nos paraliza. La tienda se ilumina completamente. “Coño, con esto no contábamos”. La tormenta empezó justo cuando nos disponíamos a comenzar la aproximación, menos mal, al menos no nos hemos mojado y podemos volver a los sacos a seguir durmiendo.

Ahora estamos trasteando alrededor de la tienda, mirando hacia las cumbres con nubes enganchadas. Hemos tenido que retrasar la escalada hasta mañana, a ver si hace buen tiempo. El espolón Frendo de la Aiguille de Midi es una clásica de alpinismo, una buena ruta de iniciación a las Grande Courses, la altura en que se desarrolla, su longitud de mil doscientos metros, el ser cara norte, su dificultad moderada tanto en roca como en hielo, la posibilidad de escalada mixta, del ensamble, etcétera, la hacen ideal.

Por otro lado, el alcanzar la cumbre de la Aiguille de Midi, y poder descender desde allí mismo en teleférico desde sus tres mil ochocientos metros, sin complicados o peligrosos descensos, todo esto junto hace que a mí me parezca adecuada a mi nivel, y Javi la quiera hacer como clásica pendiente que es para él.

Ayunando en el Plan de la Aiguille

La tarde avanza sin que el día mejore mucho. Lo peor es la sensación de hambre, tenemos que dosificar la comida si queremos tener suficiente para mantener nuestras fuerzas mañana, así que nos distraemos con otras cosas. En el enésimo repaso del material Javi ha vuelto a desechar varias expreses, algún friend y unos cintajos. “Yo llevo más cosas para ir a Quirós…” “pues aquí manda la ligereza, no hace falta más”. No hay manera de convencerlo: así es como voy aprendiendo lo que debe hacerse en los Alpes, como maestro está claro que disfruto de uno bueno.

Otra vez el despertador nos pone en acción desde el sueño intranquilo (intranquilo para mí, el amigo ronca como un leñador desde el minuto uno). Esta vez una mirada pronta al cielo nos confirma que sigue como anoche, estrellado. Bien. Desayuno frugal y rápidamente estamos trotando por el prado hacia la morrena.

Luz de amanecer en cara norte

Al fondo Pelerins y el Peigne

Nuestro vivac esté cerca del pie de vía, pero llevamos andando ya una hora y media para cuando alcanzamos la rimaya… las dimensiones engañan. Sigue siendo noche cerrada y a Javi le cuesta unos minutos encontrar la entrada buena. Estamos en un terreno desagradable, debajo de un couloir en cuya base de amontonan los detritos de la pared. Mejor salir pronto de aquí. Javi se remonta por un diedro hasta coronar un pilar de bloques adosados, parece que aquí estamos más a cubierto de lo que pueda bajar: nos cambiamos botas y crampones por los pies de gato y comenzamos a escalar con la luz del amanecer. 



Zona intermedia, roca fácil para navegar

Los largos se suceden sobre dificultades suaves, vamos ensamblando cada vez más conforme vemos mejor. Las manchas de nieve se esquivan sin problema y el glaciar va quedando por debajo de nosotros. La tendencia hacia la derecha de las placas nos va dejando el espolón a nuestra izquierda. En un momento determinado alternamos el liderazgo y yo empiezo a dirigirme de nuevo hacia el filo redondeado del espolón. Apenas paramos para nada, el material que llevamos es el suficiente para las dificultades que vamos encontrando y, aunque casi no hay seguros emplazados, podemos instalarlos sin problema.

Saliendo del Pilar rojizo para terminar la roca

A pesar de nuestro buen ritmo, llevamos rato viendo cómo dos tíos también en ensamble nos están recuperando distancia por momentos desde atrás: vienen como tiros. Son dos austriacos que claramente están de moverse por este tipo de vías, no lleva pies de gato, escalan con unas botas ligeras, y sus mochilas son realmente pequeñas. Nos pegan una pasada considerable.



Nos vamos acercando al pilar rojizo en el que el croquis marca un par de largos de V. Javi recupera la cabeza de cordada y en pocos minutos hemos franqueado la zona. Ahora unos largos más sencillos no elevan por chimeneas, diedros profundos con fondo nevado y zonas aterrazadas también con cada vez más nieve presente. Estamos completando la zona central del espolón, la más aérea y rocosa.
El clásico filo de nieve del Frendo
Finalmente y sobre la última terraza seca, nos ponemos las botas y los crampones, ya hemos terminado la roca y nos toca superar el clásico tramo de nieve que conduce a la cumbre vuelvo a ponerme delante: se trata de un afilado filo entre dos paños de nieve que caen por cientos de metros a cada lado. Esto es más estrecho y aéreo de lo que parece desde el teleférico, donde ya he visto varias veces con envidia a las cordadas evolucionar por aquí. Ahora soy yo el que les dará envidia a los que van en la cabina. Lo cierto es que después de unos cuantos largos ya me he cansado de dar envidia, y preferiría que esto se acabara ya… El madrugón, las horas de actividad y el hambre de ayer van pasando factura.
Al fondo Chamonix, 2500 metros por debajo
El roñón rocoso que marca las alternativas de salida junto con los seracs ya está cerca: hay que decidir por qué lado salimos. Nuestros predecesores han optado por la derecha, que parece más fácil. La opción izquierda obliga a un par de largos en hielo más tieso: hemos traído tres tornillos, mejor no complicarnos. Javi comienza a flanquear y yo le sigo a distancia, con uno o como mucho dos seguros entre ambos. Librado el roñón retomamos la vertical para salir finalmente a la arista, donde a unos pocos metros la gente que sale de la estación nos mira con atención.
Hacia el roñón rocoso, por su derecha

Bien, hemos terminado, la vía ha sido una pasada, estoy contentísimo. Es la primera vía larga de verdad que he hecho en los Alpes. Nuestro horario está dentro de las referencias. Nos damos la mano y nos sacamos unas fotos. El cansancio desaparece, al menos por ahora. Es un poco raro completar la escalada y salir a un sitio atestado de gente con terrazas y cafetería, pero esto es Chamonix.

Apenas unos metros para ganar la arista
El olor a sudor, el piolet en la mochila y las pintas en general nos separan de la mayoría de gente de la cabina. Recogemos la tienda y el resto de cosas del Plan de L´Aiguille y para abajo. Ya vamos pensando qué más hacer en los días que nos quedan: en la Casa de la Montaña lo terminamos de madurar, “ya está decidido, a por las Petites Jorasses”. Para contrastar con lo vivido hoy, para esta ocasión tendremos llegar a lo más profundo del macizo, recorrer dos largos glaciares hasta llegar a la base de la pared de setecientos metros, de cuya cumbre afilada sólo podemos bajar rapelando. Además podremos observar de cerca el Espolón Walker, una de mis vías soñadas.


Referencia:
"El Macizo del Mont Blanc, las 100 mejores ascensiones" Gaston Rébuffat
Aiguille du Midi, Cara Norte, Espolón Frendo: Nº 62

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