LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
DONDE ESCALAR, ESQUIAR, PEDALEAR, CORRER, CAMINAR...
DONDE LOS AMIGOS, EL ESTILO Y LAS FORMAS CUENTAN, Y MUCHO

jueves, 22 de abril de 2010

La Oeste 1994


Elías Díez Maneiro
30 Junio, 1 y 2 Julio 1994

Quiero escribirlo, porque ya he olvidado mucho, y no quiero que se me vaya lo que queda... Ya han pasado casi tantos años como los que nosotros teníamos entonces.

Elías y yo teníamos unos dieciocho o diecinueve años. Empezamos a escalar a la vez, más o menos a los dieciséis: desde entonces éramos cordada y nos conocíamos bien; la confianza estaba empezando a asentarse en nuestras cabezas y nuestros corazones. Sabíamos cuáles eran nuestros pocos puntos fuertes y los muchos débiles.
Íbamos a afrontar un fin de semana que cambiaría nuestra percepción de la escalada, de nosotros mismos y de lo que otra gente pensaba de nosotros como escaladores.


Urriellu: el amanecer nos encuentra resoplando cuesta arriba en la pedrera hacia la base de la pared Oeste. Ya hay unas tres o cuatro cordadas entre el suelo y la tercera reunión. La Rabadá aún tiene los parabolts de Tito y eso hace que la gente se atreva más a intentarla. Esta vía es mítica y para nosotros es importante hacerla. De la Oeste sólo tenemos hecha la Leiva el año antes con Miguel, y aunque en aquella ocasión y como siempre, fuimos a largos, en esta ocasión estamos afrontando una escalada seria por nosotros mismos, sin el Maestro. Arrancamos enlazando los dos primeros largos, en el tercero tiro yo y al acabarlo ya hemos adelantado a toda la gente que estaba delante, a partir de ahí la vía es nuestra. Alternamos los largos, la confianza nos permite avanzar rápidos. Al llegar a la Travesía, Elías tira delante, disfrutando de ese largo mágico. Rápel y ensamblamos el diedro de los cien metros. En ocho horas hacemos cumbre, estamos totalmente felices. Bajamos a la Vega como en una nube.

Elías (o Iñaky) tras la Travesía



Al día siguiente tenemos las manos y los pies algo machacados, pero a media mañana volvemos a la Oeste y hacemos Sagitario en libre en dos horas y media: hemos enlazado los largos 2 y 3 en uno. Rapelamos eficazmente y al llegar al refugio la gente nos pregunta si nos hemos retirado de la vía, no no, que va, lo que pasa es que la hemos hecho muy rápido.


Yo vivaqueo siempre, a veces en los bloques, a veces en la terraza del refu: no hay pasta y además dentro la gente tose y ronca, y no hay quién duerma con ese calor. Mi saco es de risa, y a veces paso frío; duermo todo el año, hasta en agosto, con funda vivac, pero lo prefiero sin duda.

Estoy profundamente dormido cuando alguien me da unos meneos, es Elías, su tono es imperativo, “venga, que nos vamos a la Murciana…”. Yo estoy cansado, pero no me resisto: a la carrera y sin desayunar arrancamos de nuevo gravera arriba. De nuevo, por tercer día consecutivo nos metemos en la Oeste. De nuevo como anteayer adelantamos a varias cordadas en los tres primeros largos: Elías tira en el del desplome y lo resuelve con eficacia. Para arriba no queda nadie, todo este mar de roca perfecta que es la Oeste del Picu en esta franja es para nosotros. Alternamos los largos. En seis horas y media hacemos cumbre.




Tres oestes en tres días y en buenos horarios. Nos habíamos convertido en una cordada consolidada. Desde aquel fin de semana mucha gente nos miraba con otros ojos, con más respeto como escaladores, a pesar de que nosotros éramos los mismos elementos que el viernes anterior…
Segunda parte de Murciana 78
Las diapos que conservo muestran a dos chavales con ropas raídas y repetidas día tras día, con material de escalada escaso, y con unas caras de felicidad tremendas. Aún nos recuerdo en las reuniones cantando canciones de Nuberu… ¡Qué tiempos!

1 comentario: